Opinión

No recuerdo dónde puse las llaves

Mi compañero y tocayo Carlos Palma me dijo: “Tengo un tema para un CAÑONAZO, luego te digo”. Le volví a preguntar y, mecachis, ya no lo recordaba.

Pues nada, le dije, mi cañonazo irá sobre el olvido.

Nos habrá pasado a todos: el olvido, el despiste, el no recordar dónde dejaste las llaves, las gafas, el móvil o la cartera. Parece que los duendes nos esconden las cosas y, cuando ya nos damos por vencidos, aparecen en los lugares más insospechados.

Tener la extraña sensación de qué alguien misterioso nos hace “luz de gas” o que el genio maligno de Descartes nos jugará una mala pasada y nos hará danzar para aquí y para allá en busca de las gafas perdidas.

Hay tantas vivencias al respecto que podríamos escribir una enciclopedia de los olvidos y desentrañar sus misterios. Lo mismo una legión de duendes, fantasmas o seres minúsculos invisibles juegan al escondite mientras apuestan entre ellos qué haremos. Se morirán de risa viéndonos sufrir está locura cotidiana.

He llegado a buscar las gafas llevándolas puestas, buscar el teléfono mientras estaba hablando por el mismo teléfono, dejar la cartera en un cajón y aparecer en otro.

Ayer, cuando me iba del parque de perros y amarré a mi Abby tardé unos segundos en darme cuenta de que no era mi perra, sino una parecida a ella.

Ni corta ni perezosa la otra perra no dijo ni guau. Lo mismo también estaría despistada.

Y ver a alguien que conoces y mientras hablas con él, no recordar su nombre.

Cuando vine a Ceuta para entregar documentos en la Dirección Provincial de Educación, contraté una habitación en la pensión sita en la plaza del Teniente Ruíz. Pasé tres horas de infarto al no recordar la pensión en la que había dejado mis pertenencias.

También es frecuente ir a decirle algo a alguien y olvidar lo que le querías decir

Expresiones como: se me fue el santo al cielo, algún día pierdes la cabeza, lo tengo en la punta de la lengua, me he quedado en blanco, me matan y no soy capaz de decir su nombre, etc... forman parte del lenguaje popular.

Cuando era niño y me peleaba con mi hermana dejaba de hablarle. Se me había olvidado la causa de la pelea aunque sabía que no tenía que hablarle.

El cansancio ralentiza la capacidad de atención y la velocidad de reacción. Esto provoca que cambiemos una acción prevista, por otra que estaba en el inconsciente. Y es que el inconsciente nos juega malas pasadas.

San Cucufato, San Cucufato, los cojones yo te ato, y no te los desato hasta que encuentres mi objeto.

Invocar a San Antonio que estuvo orando 17 horas y el niño Jesús le trajo lo que no encontraba.

Hay otro método: voltear el vaso, colocarlo sobre una superficie plana, donde nadie puede tocarlo, y recitar la siguiente oración: “He capturado la nada en un vaso, nada como lo que hay en mis manos. Cuando mi objeto retorne, liberaré la nada que he capturado”

Memoria de pez o memoria de elefante. Sería bueno poder elegir según el momento.

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