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No invocarás el nombre de Dios en vano

Myrian me comentó que Meir le había arreglado ya toda la documentación necesaria para el cobro de su jubilación, y que estaba muy contenta, pues apenas le habían retenido impuestos, por lo que se encontraba desahogada en lo económico. Allí puedes prorrogar el tiempo en el que desees jubilarte, a partir de los setenta, según tu criterio. 

Luego parece que estudian uno a uno la situación personal de cada israelita, para mantener su bienestar. Cuidan que no se abuse de nadie. “Han considerado que ya tuve muchas retenciones durante el período laboral, por tanto, no me van a recortar más. Aquí no falta trabajo, hay para todos. Me han vuelto a llamar por si quería seguir, pero ahora es mi tiempo de descanso y quiero disfrutarlo. Sigo con la fisio, que me está quitando el dolor de las rodillas y estoy muy contenta. Poco a poco, con la ayuda de Dios, como decimos aquí, se solucionan todos los problemas”. Me dijo que Elías, el señor griego de Salónica, que llegó allí con la Sognut, pues se había quedado solo en el mundo, se iba de nuevo a meditar a Meoteorito, un monte muy alto en Grecia, donde viven habitualmente unos monjes griegos. “El viene a la reunión con su coche, lo trae su chófer. Me dice que vive muy bien en la actualidad, aunque a veces los recuerdos no le dejan en paz. Escribe en el periódico local, y me cuenta que tranquiliza su espíritu cuando lo hace. Ahora se ha incorporado al grupo Sarah, una señora en silla de ruedas con su cuidadora. Su madre tenía seis hijos, al pequeño se lo tiraron al mar. Otros tres se los quemaron y sólo quedaron dos, ella es una de las supervivientes. Dice que encuentra mucho consuelo conmigo, porque yo les cuento muchos pasajes de las Sagradas Escrituras, incluso las parábolas y los milagros del Señor. Me dijo que ni odia ni olvida, que aquellos eran gente muy mala, eran demonios…”  Cuando la llamé estaba viendo un programa en la tele sobre lo que era antes Palestina, la cámara de televisión gravó unos lugares preciosos, con restos arqueológicos e iglesitas que casi nadie conoce; hoy los israelitas aprovechan los fines de semana para caminar. Hacen saadá, senderismo. Ellos son gente que aman mucho la Naturaleza y la disfrutan. Luego se van a la playa y pasan unas horas bastante agradables. Sé que me lo comentaba para animarme y hacer otro viaje próximo por sitios insólitos, pero de momento hay que esperar, que allí hace mucho calor en verano. Me dijo:”te vas a quedar de piedra con lo que te voy a contar, ¡He tenido noticias de Boas!”  Éste era un niño, amigo de Mordejay cuando eran pequeños. Boas era muy charlatán y solían echarlo de clase por travieso. Entonces su amigo se solidarizaba con él, por lo que salían los dos de la clase. Corrían los años sesenta y entonces la metodología era de comprensión absoluta con un alumnado, cuyos padres habían sido grandes sufridores, por lo que en la escuela no se utilizaba el hermetismo, ni la rigidez. Se iban a casa de Myriam, a jugar. Ella, en lugar de regañarles,  les preparaba malawa y chocolate y pasaban una mañana estupenda. El padre del chaval se había criado en Kibbutz y tenía fábricas de muebles. Eran tres hermanos. Pero el padre tuvo otro hijo con una empleada, por lo que la familia se deshizo. Boas  se fue a América, después de haber hecho el servicio militar, y se casó con una chica de allí, mayor que él. Montó negocios de transporte con ayuda de su padre. Al poco tiempo se divorció y se casó con otra americana más jovencita. Tuvo una hija, Chanín, que está en América. “Myriam, te llamo para que sepas de mí, tranquilízate. Me he divorciado otra vez, allí pasa con frecuencia. Ahora estoy cerca de tu casa, iré a verte”. Yo me hago a la idea que tengo tres hijos, pues Boas se crió siempre junto a los míos. Le he dicho:”Boas, no te vayas. Tú eres sabre, no te vayas más de aquí. Dios te ayudará, ¿A dónde vas a ir que sea mejor que esto? Como ha venido super rico, llamó a su amigo Mordejay, por si necesitaba ayuda o montar algún negocio.
Me enteré, porque Mordejay vino a casa con el pequeño Daniel y me lo contó, y mientras me lo contaba el niño se entretuvo en darme unas hojitas de papel, que luego entendí que eran de la libreta donde están apuntados los números de teléfono. Estuvo haciendo el dawini todo el tiempo y yo sin darme cuenta. Mira, una señora que vivía cerca de mi casa estaba malita.
Me ofrecí a ayudarla en lo que necesitara, de corazón, pero ella siempre rehusó. Acaba de morir, yo venía del centro y ví unas mujeres en su puerta, pregunté… En esos momentos el rabino iba a empezar el kadish, ¡fíjate si he podido ayudarla con oraciones especiales a última hora”….
En Aguas Claras los discípulos están preocupados y algo nerviosos, el Maestro se ha ido a meditar a un bosque junto al Jordán, y resulta que entre los que han llegado a escucharlo, está Manaén, el hermano de leche de Herodes, al que consideran un gran personaje. Por otra parte, la mujer oculta con el velo anda por allí, lo que les supone un gran misterio e intriga, que querrían descifrar. Jesús sabe quien es, pero le ha dado órdenes a Pedro que la proteja para que la respeten. “Me dijo el Maestro que no tiene cara, que es un espíritu y que busca a Dios, para indicarme hasta qué punto deseaba mantener su secreto”.  Judas insiste en ir a descubrir su identidad. Pedro entonces, le ordena  tajante:” ¡No se te ocurra desobedecer al Maestro!”.
Judas lo tacha de espía, pero Pedro le contesta que eso es lo que hacen los del Templo, y que los galileos se ganan el pan honradamente en el Lago. “El Maestro me hizo este encargo, y aunque sea el más pobre y el más ignorante, yo me dejo la piel por Él”. Los otros están indignados. Zelote y Bartolomé piden a Judas  que se calle y respete las canas de Pedro. “Hay que dejar la soberbia y la falsedad a un lado. Y la lujuria”. Pero Iscariote no se calla, se revuelve aún más. Le dice Zelote que esto entristecerá mucho al Maestro. “No se merece tantas penas”. Judas Tadeo incide en la tristeza de su Primo:”ha adelgazado y está triste. El otro día me dijo con un abrazo:”Quiéreme mucho. ¡Qué fatigoso es ser Redentor!” Felipe dice que Le había visto llorar en el bosque. “Me dijo que la falta de amor entre los hombres le aprieta al corazón como si tuviera una soga”. Iscariote se tira al suelo y llora como un niño.
 Jesús en ese momento, entra con Juan en la casa, y al Maestro le resulta extraño presenciar esa escena. Pedro se echa la culpa de lo ocurrido, pero Iscariote contesta: “No Señor. Yo soy el culpable de todo. Soy malo, pero Tú puedes hacer que yo me convierta. ¡Ayúdame!” Jesús entonces lo conforta, lo levanta del suelo y le dice que hablarán después los dos a solas. “No os preocupéis de Manaén, que viene a escuchar la Palabra de Dios. Respetad su silencio”. Se preguntan por qué habrá venido, y Jesús les explica que puede haberse enterado  por Cusa, administrador de Herodes, o por Juan, que aún está en la cárcel. “En todo caso, la Revelación se extiende a todos los hombres, como una onda expansiva”.
Los discípulos salen de la casa, excepto Judas. Jesús aprovecha para preguntarle por qué está siempre tan descontento. “Yo no quisiera, pero me hago malo muchas veces, y sufro, Señor”. El Maestro le invita a que hable menos para no dar lugar a que sus palabras  ofendan a los demás. “Y ponle cortapisas a tu apetito carnal, que a veces eres un jinete que no sabe dominar a su caballo loco. Habla con tu alma cada día”. Judas aprovecha para echarle en cara que Él prefiere las sugerencias de Pedro, de Simón o de Juan, antes que las suyas. Jesús lo escucha con atención y le pregunta si tiene más quejas. Él dice que no, que esas son todas las que tiene. “No Me das compasión, Judas. Te torturas inútilmente”. Y le recuerda Jesús que están allí porque en Sión no lo quieren y lo persiguen, y que siempre cuenta con él para darle encargos, y que nunca ha sido duro con él, aún a pesar de que no fue sincero cuando se excusó con tener que ir a la vendimia, en la finca de su madre viuda, cuando faltó tanto tiempo en el grupo. “Yo te he defendido incansable, a pesar de que tú siempre estás a la defensiva en todas las cuestiones que se plantean”.
Judas llora, le da vergüenza su propia forma de ser.“  Me voy ahora con los demás. Quédate aquí a solas, reflexiona. Yo te perdono”, le dice Jesús. Fuera está Pedro esperándole. Se preocupa, porque el Maestro no ha comido nada y casi anochece. “Debéis atender a Iscariote. Necesita tu ayuda, Pedro. Trátalo como si fuera tu hijo, tendrás que corregir sus errores”.
Pedro no está muy de acuerdo, porque Judas le resulta muy difícil no se deja aconsejar y no admite réplicas, pero Jesús le invita a desistir de su idea. Entonces el discípulo Le pide perdón al Señor por haberse resistido, y Le dice que Manaén le ha dado una bolsa con dinero para los pobres, y le ha pedido quedarse a dormir. “Yo le dije que no teníamos sitio, Señor”. Jesús se calla. Enseguida comienza a hablar en el exterior, y primero saluda a los presentes: “La paz esté con vosotros y que todos consigáis la luz y la santidad con Mis Palabras. Recordad el segundo Mandamiento de la Ley: “NO invocarás el nombre de Dios en vano”. Pero atención, no sólo se le nombra en vano cuando proferís blasfemias. También lo nombráis en vano cuando no sois dignos hijos de Dios.
No podéis decir “Amo y honro a mi padre”, si luego hacéis lo contrario de lo que él os pide. Pues no se ama a Dios sólo cuando decís ¡Señor, Señor! En Israel también existe la alianza hipócrita con Dios. Otro error es encontrar pecado en las cosas exteriores y no en el interior de vuestro corazón.
En Israel existe además otra tendencia, que consiste en que al pronunciar los paganos el nombre del Dios verdadero, lo consideren un sacrilegio. Tampoco se quiere que ellos se acerquen a Dios. De ahora  en adelante, el Dios de Israel es el mismo para todos los hombres. Los paganos buscan en su corazón al Dios desconocido. El alma tiende a recordar  a su Creador. Así aconteció con el Tabernáculo  que Moisés erigió según las órdenes recibidas. Dios no rechaza a un alma que Le busca .
En estos momentos Israel invoca a Dios con un alma y un cuerpo que es un gusanero de culpas, de este modo, un hipócrita invoca a Dios en vano. Pensaréis que sólo los niños podrán llamar a Dios en estado puro, sin pecado.  No, si los que están en pecado quieren curarse, que invoquen al Todopoderoso para que los perdone. Dice el Génesis que la serpiente tentó a Eva en la hora en que el Señor no paseaba por el Edén. Si Dios hubiese estado en el Edén, Satanás no habría llegado. Si Eva hubiese invocado a Dios, Satanás habría huido. Llamad siempre a Dios, el Señor, que Su nombre es salvación. Purificad vuestro corazón sin cesar. Escribid con amor el nombre DIOS en vuestro corazón, así no estaréis solos. Él os perdona y os cuida. Según la Palabra del Dios del Sinaí, “en vano” significa que no hay que cambiarlo por ningún otro bien, que si no, será pecado. Cuando decís “Ven Dios mío”, no pecáis al pronunciar el Nombre Santo de Dios. Idos, la paz sea con vosotros”.
Esta vez no han traído enfermos. Todos se marchan. Unos van hacia el Río para purificarse, y otros van en sus borriquillos hacia los poblados. Se ha quedado en la estancia un hombre bien vestido, que tiene fuera un caballo hermoso, bien cuidado, y el Maestro se dirige ya a él, pues tarde. Jesús lo llama y le dice que espere. Como anochece, le pregunta si tiene dónde dormir y si viene de lejos. El hombre contesta que se va a encontrar algún sitio, pues viene de lejos, pero Jesús le ofrece Su cama y algo de comer:”no pondré mi sucio cuerpo donde Tú descansas, que eres Santo. Y lo demuestran Tus obras, Tus palabras. Todo se sabe en el Palacio Real. Vine cuando me enteré dónde estabas”.
Jesús lo lleva hacia la cocina. Allí esperan los discípulos al Maestro para cenar, y están curiosos por saber lo que pasa con Manaén. Falta Simón Zelote, que esa vez le tocaba ir al Río para bautizar. Cuando llega con los recién bautizados, Jesús los bendice a todos. A continuación, hace las presentaciones entre Simón y Manaén. Dice a todos que viene en nombre de Dios y busca refugio hasta el día siguiente. “Y nosotros lo recibimos como amigo y como invitado”. Se saludan ambos con mucha ceremonia, y luego dan aposento al caballo, en el pesebre. Juan trae agua en un cubo, y en una cesta ha puesto hierba, según le había indicado Jesús. Pedro trae una lamparilla de aceite, porque el joven ha decidido quedarse a dormir en ese lugar. Jesús lo invita a tomar algo antes de acostarse. Todo resulta acogedor y familiar, a pesar de las escasas comodidades en las que se encuentran.

BIBLIOGRAFÍA: María Valtorta, “Poema del Hombre Dios, T.II; Ex.20,7; Ex.25,27; 33,7-11;35,8-38;31;39,33-40,38;Núm9,15-23;Gén.3,1-8; Ex.20,12   

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