Opinión

No hay manera, por Juan Luis Aróstegui

Es muy difícil explicar el espíritu ferozmente cainita que subyuga a la izquierda ceutí. Y la convierte en un inútil testimonio de ideologías variopintas y dispersas sin capacidad alguna de influir en las dinámicas sociales. No digamos ya de promover algún tipo de transformación. Es cierto que esta conducta, fuertemente reacia a la cooperación, está muy arraigada en todos los ámbitos de nuestra vida pública; pero en el caso de las formaciones políticas que se adscriben al espacio progresista, alcanza un grado de intensidad que deviene en una grave patología. Lo peor es que no tiene enmienda. Ya resulta casi imposible encontrar más pruebas de lo errático de este planteamiento sectario. Y a pesar de ello, no hay forma de cambiarlo.

En este sentido es necesario reconocer, no sin una profunda tristeza, que la derecha es infinitamente más inteligente. Tienen muy claro que la política es, básicamente, la lucha por el poder. Sólo desde el poder se pueden convertir las ideas en realidades. Lo demás puede resultar muy gratificante (para la conciencia individual), muy brillante (en la confrontación dialéctica) o muy interesante (en plano intelectual); pero no sirve para cambiar la vida de la gente.

La derecha tiene muy asumida su prioridad: gobernar. La izquierda también: presumir. La derecha sacrifica todo en aras a la conquista del poder. La izquierda lo supedita todo a la estética de los titulares de prensa. Estas dos formas de concebir la actividad política, diabólicamente combinadas, es lo que nos ha conducido a dos décadas de aplastante hegemonía de la derecha; durante las que ha construido una ciudad brutalmente desequilibrada, al borde la de fractura y el colapso.

Podemos comprobar, una desesperante vez más, cómo esta norma no escrita se vuelve a cumplir con una amarga precisión matemática. La coyuntura política actual, en la que se da por segura la pérdida de la mayoría absoluta del PP, abre un nuevo escenario. Hoy existe una posibilidad real de disputar el poder a la derecha. Analicemos las reacciones de unos y otros.

El PP ya ha iniciado sus operaciones para anexionarse a Ciudadanos. Saben perfectamente que esta opción política, que de momentos tan sólo es una marca hueca agitando desaforadamente la bandera de España, aglutina a toda una pléyade de mediocres medradores que ven en ella una oportunidad de negocio, una vez que se convierta en la “llave del futuro gobierno”. Ni se inmutan, no sienten el más mínimo reparo político ni escrúpulo ético. Lo único importante es sumar los votos suficientes para conservar el poder. No supone un gran problema que ahora, en esta nueva versión, tengan que repartir algunas migajas entre los buitres de nuevo cuño. Desde el Gobierno todo es más fácil.

La izquierda ha reaccionado como le es propio. La intención de Caballas de promover una confluencia amplia en la izquierda para intentar arrebatar el poder a la derecha ha sido contestada de manera apresurada y tajante. No. El PSOE dice que “pretende gobernar en solitario”.

Una frase de muy difícil catalogación (sin ofender). ¿Hay alguna persona en sus cabales que pueda dar crédito a semejante afirmación? El PSOE sigue sin querer entender que su problema está en la carencia de un proyecto político reconocible para Ceuta, no en las personas que lo encarnan o dirigen. Cada vez que se produce una renovación en el liderazgo, se instalan en la peregrina idea de “ahora, si”. Hasta el nuevo revés. En las anteriores elecciones, el PSOE aspiraba a “gobernar en solitario”, Mensaje que lanzaba desde un despliegue mediático sin precedentes. Hasta que la dura realidad volvió a dictar su sentencia. El PSOE no quiere entender que su pretensión de ganar terreno al PP desde sus mismas posiciones, está irremisiblemente condenada al fracaso.

MDyC ha descartado rotundamente cualquier modelo de alianza porque “tiene un proyecto propio”. Absolutamente desconocido por inexistente. Excusa pueril. La única aspiración de este partido es arrebatar a Caballas los votos suficientes para obtener más escaños que esta formación política y poder exhibir el resultado electoral como un triunfo personal. Cualquier otra cosa es secundaria e irrelevante.

Podemos guarda silencio.

Así que todo apunta a un nuevo gobierno de la derecha. Ahora con una nueva configuración más corrupta y radical. No hay manera.

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