En ese alarde de transparencia con que la clase política se presenta al ciudadano aparece como plato estrella la declaración de bienes e ingresos. Obligados por la presión social, hacen público su patrimonio y los dineros que se llevan a final de mes, eligiendo de esta forma el mejor de los disfraces para el acto escénico que organizan.
Pero la clave no está en lo que tienen, si no en lo que tenían antes de desembarcar en la política y en lo que se van a llevar cuando opten por dejarla, si es que algún día lo hacen. Sería positivo para todos saber cómo llegaron los dirigentes del Gobierno y la oposición a esto de ‘jugar a defender nuestros intereses’ y cómo se han ido o se van a ir; con qué empleo llegaron y con qué empleo se van a ir; con qué amistades emprendieron el camino y con cuáles se van.
Conocer todos estos detalles sí que sería positivo. Lo demás no deja de ser escenarios ideados por la clase política para que, de cara a la galería, busquen calmar la vena crítica de una sociedad que ya no soporta tanta sinvergonzonería.
¿En qué declaración pública de bienes e ingresos queda reflejado el cobro en negro por asesoramiento a empresas?, ¿en qué ejemplarizante medida se incluye los beneficios obtenidos por aquellos amigos que acostumbran a ser generosos si nunca se les convierte en objeto de sus críticas? Sería bueno conocer en qué se materializa el buen trato que dispensan determinados políticos a entidades o personajes que, curiosamente, nunca son motivo de sanción.
Pero todo esto nunca aparece porque no interesa. Mejor es eso de hacernos una ley a nuestra manera para difundir que existen buenas prácticas de lucha contra la corrupción o que prevalece un código ético que hay que cumplir. ¿Debería ser necesario crear dicho código entre quienes se supone que están legitimados para administrar el bien común o fiscalizar la gestión? Que se haga no significa más que una pura intención de vender de cara a la galería esa transparencia perdida o esa claridad que hace tiempo que se olvidó.
Todo funciona al revés y de la misma manera se intenta buscar la solución. Y así estamos. De mal en peor.
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