Hemos visto con tristeza, la falta de paridad en el nuevo gobierno, que ha deslumbrado la trayectoria de la igualdad y el reconocimiento de las mujeres, en aquellos puestos etiquetados y asentados, durante años, por personas incapaces de reconocer que en el progreso está la verdad, una verdad dónde tenemos que dejar de pisotear, ocultar, esconder y minimizar a esa mitad de la población, que también tienen mucho que aportar, transmitir, luchar, decir y cambiar, como son las mujeres. Y decimos incapaces, porque en la revolución, la reivindicación y el avance, están la pluralidad y las ganas de hacer, de la realidad, una verdad, la de todos y todas.
Creemos en las personas, en esas que nos gobiernan y nos transmiten confianza, complicidad, cercanía. Estamos con quien haga de la igualdad, una bandera ideológica y una forma de hacer política. Pero las cosas se complican y desde Búscome no podemos consentir que de igual llamar al maltrato, la tortura y el terrorismo machista, de una forma u otra, porque la pasividad, el pasotismo, la resignación y la simplicidad de los términos, harán que la finalidad pierda todo su sentido. No es algo del hoy, del capricho feminista actual, es muestra de la historia, esa que está manchada por el patriarcado de un estilo de vida conservador, donde la situación de las mujeres estaba por debajo de la de los hombres creyentes en el poder, control y dominación del concepto femenino como propiedad de un estilo hecho a su imagen y semejanza para ser manejada, violada, insultada, reprimida, coaccionada y matada.
La violencia de género es la violencia contra la mujer y debe ser tratada desde otra perspectiva, no solo legal, también mental. Creer que la violencia que se ejerce entre familiares es lo mismo que la que se produce contra la mujer, es como denominar al terrorismo de ETA, violencia en el País Vasco. Tenemos que centrar la lucha y la idea de que las seiscientas mil mujeres que están siendo actualmente maltratadas de las casi dos millones que lo han sido alguna vez en su vida por sus parejas o exparejas, así como la infinidad de mujeres que a lo largo de la humanidad han sido objetos de persecuciones y sacrificios, lo han sido por una violencia instrumental, estructural, institucional, de género e ideológica con un denominador común, el machismo. Alejarse de este término, es perderse en el camino.