Encuentro entre Vivas y Marlaska. Alcalde y ministro se reúnen en Madrid para ver cómo afrontar la “alarmante” presión migratoria. Nos cuentan que el titular de Interior ha sido receptivo con lo que ha pasado en las últimas semanas.
No nos cuentan, en cambio, nada de lo que realmente interesa sobre todo por sus consecuencias. Del problema que tenemos enquistado en la frontera con la negativa de Marruecos a aceptar las devoluciones de sus propios nacionales no se opina. Esos nacionales a los que su país debería dar alternativas y proteger para que no se echaran al mar entregados a una muerte más que probable.
El volumen de desaparecidos que tenemos, muchos de ellos niños, parece importar bien poco a su rey.
Difícil resulta entender que se vaya a dialogar sobre la aduana comercial si ni siquiera se acepta el funcionamiento pleno de la frontera. Es el absurdo llevado al límite. Pueden contarnos las milongas que quieran porque la realidad evidencia cuál es la situación real de bloqueo.
El silencio prima sobre cualquier otra consideración y eso sorprende no ya porque proceda de una clase política adormecida o entregada a otros fines, sino porque entes como sindicatos y asociaciones que se supone llevan la marca de la reivindicación en el ADN hayan optado por seguir esa misma deriva.
Tampoco se habla del veto al visado que alude a Ceuta, un asunto sobre el que las autoridades locales ni siquiera se han pronunciado a pesar de la gravedad que esto supone.
El reduccionismo mental que se ha aplicado a la hora de valorar lo que está pasando dice mucho del nivel que se estila. Detrás de la no aceptación de un visado que hasta hace nada servía existe un rechazo absoluto al reconocimiento de Ceuta y eso supera el ámbito de las contrataciones de transfronterizos. No estamos hablando solo de eso sino de mucho más, por ejemplo de lo más básico: pensar que es posible una mínima normalización comercial y de tránsito como se anunció. No lo parece.
De esto tiene que hablar Marlaska. De menores también, pero sobre todo de esto porque seguimos fijándonos en los detalles sin ser capaces siquiera de entender la gravedad que los mismos suponen.