De la noche a la mañana se vio en una celda de la cárcel de Mendizábal, en Ceuta. Sin libertad, en “un lugar que no era para mí”, con otros presos “que habían hecho cosas graves, delitos de sangre, armas… y yo estaba allí con ellos”.
Dos meses permaneció el protagonista de esta historia en prisión. Sobre sus espaldas pesaba además una petición de más de 3 años de cárcel acusado de un delito de robo con violencia e intimidación que siempre negó.
Nunca tuvo antecedentes, nunca había sido detenido, ni siquiera sabía lo que era que le montaran en un zeta y le pusieran los grilletes. Pero eso pasó y fue entonces cuando se combinaron todos los factores para que dejara de ser un joven trabajador que vivía en casa con su familia para convertirse en un preso preventivo con una espada de Damocles encima.
En el camino contó con la defensa de los abogados Enrique Del Águila González-Outón y María del Pilar Guerrero Morejón, del despacho Hércules Abogados, ubicado en las Torres de Hércules del Campo de Gibraltar, que esta semana negociaban una conformidad para su patrocinado tras asumir su participación en un delito no de robo con violencia sino leve de hurto en grado de tentativa, por el que fue sancionado con 30 días de multa a razón de 3 euros diarios.
La diferencia entre uno y otro se traduce en pagar con años de cárcel o ser castigado con una sanción económica. Eso es lo que viene recogido en sentencia notificada por el Juzgado de lo Penal número 1, meros datos.
La historia personal es la que guarda el protagonista de estos hechos que arrastra ese “miedo e impotencia” por lo vivido, quedándole como marca esa “psicosis” de poder verse de nuevo en una situación así.
“Nunca había sido detenido, nunca pasé por esto…”, explica. “No me lo creía”, recuerda cuando le notificaron el auto de entrada en prisión y terminó en un chabolo.
De familia “humilde” y “trabajadora”, que nunca se ha visto en problemas, viendo o leyendo historias de delitos más graves que “acaban en nada”, no podía asumir terminar en la cárcel, sino que además le pidieran tantos años de prisión por algo que comenzó con una discusión y derivó por un camino de recorrido adverso. Su historia la define como la de una “injusticia” de la que prefiere pasar página.
En la relación de hechos por la que se le ha condenado se considera únicamente probado un delito leve de hurto en grado de tentativa, alejado de la calificación inicial de un robo violento que se dictó en instrucción.
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