Categorías: Opinión

Ni excusas, ni justificaciones

Cuánto majadero anda suelto por el mundo deseando hacer el mal a los demás en aras a cualquier ideología. Y cuánto malvado disfrazado de cordero intenta justificar este mal basándose en las miserias que pasa el mundo entero.

Los atentados perpetrados en pleno corazón de Europa solo demuestran tres cosas: la primera que el mal existe, la segunda que Europa es un objetivo prioritario de ese mal, y la tercera  que no hay que buscar exclusivamente a agentes externos en la ejecución de ese mal.
Lo que ahora, a todas luces parece perentorio, el envío de fuerzas militares al centro de todo mal en el mundo, el ISIS y su ideología, hay que recordar que en otro tiempo fue todo lo contrario para el premio Nobel de la Paz, Obama, que se encargó de armar y pertrechar militarmente a los opositores de Al Asad. (Esto dice mucho de la calidad de los premios Nobel de la Paz que son otorgados por políticos, el Parlamento Sueco)
No pierdan de vista que estamos inmersos en una guerra no deseada de occidente contra el medievo, y aunque suene duro decirlo nos vemos obligados a realizar un esfuerzo bélico que no anhelamos, pero que de forma decidida debemos hacer, a no ser que queramos que nuestra forma de vida, la democracia y la libertad cambien por la tiranía y la maldad.
Lo peor de esta guerra declarada contra occidente es que no tiene las líneas muy definidas, ni en el ámbito de las posiciones físicas, ni en el de las ideológicas. Ha quedado claro en todos los atentados que hemos sufrido en Europa que han sido nuestros mismos vecinos, de una ideología determinada, quienes han atentado contra nosotros dentro de nuestras mismas zonas de residencia. Y en el aspecto ideológico, no sólo son aquellos que nos ven como infieles ante el Islam, sino también todos  los que lo justifican, apelando a cierto sentido de injusticia social.
Es injusto acusar al Islam de germen de este mal, como también lo sería negar que la ideología más fuerte de esa religión es la que impone a propios y ajenos esta forma de ver la vida. Todos somos espectadores de la evolución del islamismo en nuestras barriadas y vecinos, y mentiría el que dijese que cada vez hay más moderación.
Si el Islam es amor y la mayoría de sus creyentes lo ven así, cómo es que los radicales son una llama que cada vez prende más fuerte. Cómo es que una mayoría de paz y fraternidad no puede eclipsar a aquellos que deberían ser una vergüenza para todos. Por qué algunos pretenden justificarlos con un discurso victimista de injusticia social e islamofobia cuando las principales injusticias ocurren en los países islámicos y las principales víctimas de estos malvados son los propios musulmanes.

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