El caso de Daniel Esteve, dueño de una empresa dedicada a desalojos extrajudiciales, ha generado una gran controversia en España.
Algunos medios de comunicación han informado que este individuo ha estado involucrado en actividades que promueven ideologías extremistas.
De hecho, según publicaba La Vanguardia el pasado día 13 de septiembre, Atresmedia denunciará al líder de Desokupa por amenazar a los trabajadores del programa «Equipo de Investigación» de La Sexta.
La cadena considera que el polémico empresario intenta impedir su trabajo y silenciar el reportaje que están preparando sobre él y su negocio.
El club Desokupa ha firmado el pasado día 4 de agosto un acuerdo de «formación en defensa personal» con el Sindicato Unificado de Policía (SUP), para formar a treinta mil agentes, lo que ha suscitado preocupaciones sobre la formación y las influencias dentro de las fuerzas de seguridad.
Nada más conocerse este anuncio, el Ministerio del Interior anunció que iba a estudiar su impugnación y la apertura de un expediente, después de conocer el contenido de los informes solicitados a la Abogacía del Estado y a la Secretaría General Técnica del Ministerio del Interior.
Por otro lado, las reacciones por parte de dirigentes del sindicato a nivel nacional no se han hecho esperar.
El «número dos» del SUP en Euskadi dimite y denuncia en una carta abierta la «deriva ultra» del sindicato policial tras el acuerdo con Desokupa.
También ha dimitido de su cargo y presentado su baja en la organización, la secretaria provincial de Málaga.
Por su parte el comité provincial en A Coruña, se ha desvinculado del acuerdo y ha pedido la dimisión de la secretaria general del sindicato, Mónica Gracia.
La polémica se centra en cómo estas ideologías pueden infiltrarse en instituciones que deberían garantizar la seguridad y el respeto a los derechos humanos.
La presencia de personas con antecedentes neonazis en contextos de formación policial plantea serias preguntas sobre la ética y la integridad de las fuerzas del orden.
Este tipo de situaciones resalta la necesidad de una vigilancia constante y de políticas claras que prevengan la radicalización y aseguren que las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado actúen de manera justa y equitativa.
La sociedad civil, así como las instituciones, deben estar atentas a estos fenómenos para proteger los valores democráticos y los derechos de todos los ciudadanos.
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