La lectura de este libro referido a la situación política de Checoslovaquia durante el sistema “postotalitario” ilumina algunas cuestiones vigentes en el panorama actual de la política internacional y en algunos discursos de líderes de diferentes partidos de nuestro país. He prestado especial atención a los problemas actuales que, a pesar de vivir en democracia, hunden sus raíces en unos hábitos heredados de modelos autoritarios en los que reinaban la sumisión, el miedo o la resignación. Comprendo que valoremos a su autor, Václav Havel (1936-2011), por su actividad de dramaturgo, por su defensa de los derechos humanos o por sus tareas como presidente de Checoslovaquia y presidente de la República Checa, pero a mí me ha interesado, sobre todo, por la agudeza con la que identifica las raíces éticas y psicológicas, y por la claridad con la que explica las consecuencias personales, familiares y sociales de unas concepciones, de unos hábitos y de unos comportamientos políticos que, enmascarados, a veces siguen vigentes en nuestras sociedades democráticas. Su mirada crítica también ilumina los problemas de esta sociedad de consumo del mundo occidental y nos orienta y nos estimula para que establezcamos unas relaciones humanas con nosotros mismos, con los demás hombres y mujeres, y con el universo, aplicando una jerarquía de valores vitales humanos y humanistas apoyados en la dignidad del hombre.
Partiendo del presupuesto de que los seres humanos tenemos necesidad de vivir en la verdad y el derecho de una vida tranquila, Havel señala el riesgo de que algunas ideologías, mediante una “sugestión hipnótica”, engañen la propia conciencia, velen la realidad y dificulten el encuentro con la identidad y con la dignidad personal. Señala el abismo que separa algunas teorías de la vida real que tiende al pluralismo, a la variedad y a la libertad de la reflexión filosófica, política, estética, literaria y musical. Denuncia con claridad las mentiras envueltas en datos estadísticos falsos o exagerados, en informaciones parciales o en eslóganes vacíos.
Me resulta especialmente significativa su esperanza apoyada en su convicción de que la vida está presente en todos los hombres que, de manera más o menos consciente, conservamos unas inclinaciones naturales, unas pizcas de deseos de nuestra dignidad humana, de nuestra integridad moral, de una experiencia libre de la existencia, de la trascendencia del `mundo del ser´”, aunque también reconoce la tentación que nos impulsa a dormirnos cómodamente en el lecho de la vida inauténtica o el deseo, a veces oculto, de poder, de gloria o de dinero.
Oportunos e interesantes también me parecen los discursos, en especial el primero que pronunció como presidente de Checoslovaquia exponiendo su intento de poner en práctica sus ideas basadas en “la moralidad, que irradiase amor, comprensión, la fuerza del espíritu y de las ideas”. Y el que tuvo lugar en el Parlamento Europeo de Bruselas con motivo del XX Aniversario de la Caída del Muro de Berlín. Y sorprendente, sin duda alguna, el diálogo que mantuvo con el arzobispo Dominik Jaroslav Duka, con el que había compartido la cárcel. Por haber sido el Primer Presidente de la nueva Checoslovaquia que emprendió una serie de reformas que la encaminaran hacia su integración en Europa, puede proporcionarnos también estimulantes ideas para que los demás países valoremos la importancia de fortalecer los lazos de colaboración con los demás países de la Unión. A los que no lo hayan leído, les propongo que lo hagan, y a los que ya lo conozcan, les sugiero que lo relean y traten de aplicar sus análisis a la situación actual de la política internacional, europea y española.
No se puede afirmar y negar algo al mismo tiempo, Europa es o no es una Nación: podrá querer empeñarse en ser un Estado fuerte, porque es la aspiración de sus dirigentes, pero no podrá consolidarse como Nación mientras no resuelva esa ausencia de integración cultural, étnica, ideológica, sensitiva y emocional de los pueblos que la conforman, las cuales generan distorsiones y ondas de choque, con realidades más profundas de cortes antropológicos y culturales, que impiden la consolidación de dicho proyecto, de lo contrario; podríamos estar asistiendo a la configuración de un Estado Nación "RATA" (El vehículo rata está construido con piezas de otros vehículos y no podrá garantizarse su buen funcionamiento, porque no será un vehículo legal, seguro y eficaz para que circule por el espacio urbano).
Observo dos variantes del radicalismo actual. Por un lado, los que sienten escaso respeto por la verdad. Quizá porque la búsqueda de verdad suele dar quebraderos de cabeza. Ellos son la masa enardecida y manipulada. Por otro lado, están los que se benefician privativamente del radicalismo compulsivo de la masa. Detrás de los segundos suele haber intereses inconfesables. Intereses terceros. Intereses externos también. De no ser así, no se comprende cómo no son capaces de ponerse de acuerdo en el parlamento por el bien común, por el bien de España. Mucho más, cuando los españoles así se lo están demandando en las encuestas. ¿Qué esconden entonces con su postura, qué respeto nos tienen?
Tenemos la oportunidad de seguir leyendo sus palabras e interpretando sus decisiones para compararlas con la situación actual.
Vivimos tiempos convulsos, no solo por lo que ha significado el Covid-19 tanto a nivel sanitario como económico. También, para desgracia de este país, vemos como día a día va creciendo el enfrentamiento entre españoles, alentado éste desde posiciones radicales. Como muy bien señalas en tu artículo, hay ideologías que tratan de arrebatarnos esa tranquilidad a la que la mayoría aspiramos para llevarnos por senderos en los que solo encontraremos la intolerancia y el odio. Se hace necesario entonces volver los ojos a esos grandes personajes que ayudaron a conformar la nueva Europa desde la paz, la libertad y la cooperación. Sin dudarlo, Václav Havel es una de estas figuras que nos pueden iluminar en esta travesía.
Personajes de la política que desaparecieron y que serían muy de agradecer hoy en día