Opinión

El necesario uso de la razón

La naturaleza (y sólo ella) nos dispone, con el nacimiento, al devenir y uso de un acontecimiento singular que es el Universo, es decir, la posibilidad de contemplar todo aquello que tiene existencia en la tierra y fuera de ella, conocido o aún por conocer y que, por el momento y al límite de nuestra capacidad de comprensión lo consideramos infinito. Y es dentro de ese universo donde surge otro acontecimiento tanto o más sorprendente, que es la naturaleza como conjunto de la realidad que existe en el mundo con la capacidad de producirse y modificarse sin la intervención del ser humano y que está determinado y armonizado con sus propias leyes y que dentro de esa naturaleza surgió lo más emocionante y sublime, que fue la vida.
No venimos a este mundo con el conocimiento adquirido, sino que sólo aparecemos con la capacidad natural de adquirirlo. La conciencia o conocimiento se adquiere a través del paso del tiempo y mediante lo que llamamos experiencias; es un proceso continuo, exigencia de la evolución y la supervivencia de la especie y que el hombre cuando adquiere esa facultad experimental con suficiencia se individualiza y se particulariza es capaz de proponerse nuevas y nuevas experiencias, todas las posibles, incluso movido por la curiosidad, hasta conseguir la inventiva. Es un proceso más o menos largo que depende de la capacidad y de la voluntad de cada uno, que comienza con el conocimiento de la realidad que nos rodea y que percibimos por los sentidos y que sin solución de continuidad se llega al conocimiento de sí mismo, es decir, hasta que en nuestro interior se ha formado la llamada autoconciencia, que es esa parte inmaterial e intelectiva, facultad exclusiva del ser humano a la que se atribuye la capacidad de pensar, entender, razonar, llegar a las necesarias conclusiones lógicas, incluso a emocionarse….Es lo que se llama la formación del espíritu.
Y es esa razón, facultad única y singular en el hombre que es la que nos pone en condiciones para ejecutar nuestros procederes diarios. Es por medio de la razón cómo buscamos el fundamento de las cosas, de las ideas y conceptos que nos ayuda a formar juicios de entendimiento y a desarrollar nuestra inteligencia personal.
No discurre la vida de los demás seres vivos por la pauta de la razón, incluso ni en los más evolucionados; su vida sólo consiste en satisfacer todas sus necesidades, que es su único problema, y lo consiguen bastándose del estímulo de los instintos asociados a cada especie.
El humano no se satisface sólo resolviendo sus problemas de supervivencia, sino que además se hace preguntas; y esas preguntas necesitan el requisito de la facultad de la razón, ese mecanismo tan complejo y necesario. Y es que la razón, para su ejercicio precisa de una aliada fundamental que es la reflexión a la que recurre cuando la rutina o la costumbre no resuelven sus preguntas y problemas. Es la reflexión la que lleva a la razón, a través de la lógica, a esa introspección íntima e intrínseca que nos sirve para la ponderación y consideración de aquello que necesita un análisis para emitir juicios, opiniones, valorar y evaluar las decisiones a que nos compromete la vida. Así es que nuestro talento, la actitud y la disposición son capacidades que necesitan de la razón para la consolidación del conocimiento. El hombre necesita crear estados de opinión lo más acertados y firmes posibles que puedan justificar sus acciones, sus criterios de valoración para aplicar los principios y las pautas a seguir en su vida.
Mientras las ciencias con su exigencia reduccionista compartimentan el conocimiento reduciéndolo a áreas cada vez más concretas, también desaparece el conocimiento generalizado, y la educación y el aprendizaje siguen esa misma pauta. Así el conocimiento se diluye y desintegra en parcelas más definidas que apartan al hombre de la apreciación del sentido principal de su existencia y de la finalidad de su vida.

"El humano no se satisface sólo resolviendo sus problemas de supervivencia, sino que además se hace preguntas"

Las actuales teorías educativas formuladas por los Estados, afectadas por constantes cambios no proponen ni armonizan el conocimiento hacia la necesidad humana de responder a las preguntas que siempre han quedado sin respuestas, actitud ya legendaria de la ocultación de la verdad; intencionada “censura” de la que quedan al margen, como siempre, las clases privilegiadas.
Tenemos en Europa en un pasado bastante reciente ejemplos de instituciones racionalistas donde su posición es que prime el uso de la razón frente a otras instancias como la fe, la autoridad y lo irracional, donde se propugna que el principio de felicidad debe empezar por la libertad en la enseñanza, postura bastante alejada del adoctrinamiento que interesa a los Estados.
En la actualidad estamos inmersos en una vorágine materialista que aparta al hombre del principio humanista de su naturaleza, conduciéndolo hacia el abismo de la indiferencia, hacia la inobservancia de su interior: la ética y la moral, (las que sean) quedan en un segundo plano inclinándonos a una escalada hacia la figuración, hacia un hedonismo desmesurado y a un consumismo exacerbado que nos aparta y nos distrae de las nociones de esa ética y moral que creo que se deben aceptar como un deber, como una ley y justicia.
Es evidente la confrontación en todos los niveles de cualquier relación económica o social en todo el planeta: guerras incontrolables, vulneración de derechos y desavenencias políticas cuyo trasfondo son los intereses de unos pocos que son los que por diferentes circunstancias dominan la situación; el resto, la gran mayoría de la sociedad mundial soporta con desencanto y desesperanza su permanente infortunio.
Creo que hay algo que nunca hemos aprendido a hacer bien, pues si observamos el transcurso de la Historia, esta situación ha sido una constante que de seguir así nos arrastrará a la destrucción. Creo también que hemos abandonado el uso de la razón adquirida y nos dejamos llevar solamente por satisfacer los sentidos que son los que dirigen la conducta como al resto de los animales.
Si echamos un vistazo a la actualidad y a toda la Historia, encontraremos pocos espacios de conciliación, de serenidad, de ecuanimidad, de tolerancia y de justicia; por lo contrario siempre está presente el egoísmo y la dominación, causa y efecto siempre concomitantes.
¿Tendríamos que pensar como Thomas Hobbes, el filósofo que afirmaba que el hombre ajeno a la razón es un ser puramente físico y que por consiguiente está sólo regido por las leyes del universo y su conclusión de que “el hombre es un lobo para el propio hombre”? ¿Tendríamos que estar de acuerdo con la opinión del también filosofo Arthur Schopenhauer quien puso en duda la satisfacción que pretendemos al estar vivos y si no sería mejor no haber nacido?.
Son ambas sentencias pesimistas, pero expuestas por ilustres pensadores, racionalista la primera y por un idealista expuesta la segunda. Creo que por “razones lógicas” sobraría la opinión de cualquier escolástico.
Y si nosotros no somos capaces de cambiar de paradigma, creo que ambos llevaban una buena parte de razón.
¡ESTAMOS APAÑADOS!

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