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Ndigua, un derecho

Hay historias que merecen, sí o sí, una mayor implicación de todos. Hay historias que, por mero respeto, urgen de una acción mucho más rápida. Hay historias que no pueden dejarse dormidas. No deben, en señal de respeto, por mera respuesta moral.

Hace unos cuantos meses fue recuperado en el mar el cadáver de un senegalés. Se llamaba Ndigua. Quizá para muchas personas será uno más. Superan el centenar los que están enterrados en Santa Catalina y Sidi Embarek. Pero para la comunidad senegalesa nunca lo fue. Desde que supieron del fallecimiento del amigo, del compañero, de ese hombre cuyo único pecado fue el de querer buscar un futuro, se pusieron manos a la obra para recaudar dinero. Y tienen lo suficiente como para sufragar el gasto del embalsamamiento y posterior marcha a Senegal, en donde espera una madre, llorando, confiando en que las historias que le llegan no sean ciertas. Hasta que no vea los restos de su hijo no descansará en paz.
Pero ocurre que el problema ha quedado atrancado. El juzgado autorizó el entierro, Sanidad empezó a estudiar el caso... y pasan las semanas y nadie acude al nicho de Santa Catalina a comprobar si la exhumación es viable y si puede procederse a este traslado. No dudo de la buena fe de todas las partes implicadas. ¿Quién va a querer que la agonía de una madre se perpetúe en el tiempo?, ¿quién va a dormir tranquilo sabiendo que una señora espera poder dar la despedida debida al hijo que nunca debió marchar? Sé a ciencia cierta que es imposible que alguien apueste por bloquear este asunto.
Ayer pude hablar con Mustafa, amigo desde siempre de Ndigua, compañero residente en San Sebastián que tenía la encomienda de la comunidad senegalesa de conocer qué pasa, qué bloqueo existe, por qué nadie responde a las peticiones familiares. Pude hablar con un hombre agobiado, superado por una situación que nadie entiende... un hombre que solo espera viajar a Senegal, estar al lado de la familia de Ndigua y asistir a la despedida debida según el rito adecuado.
Hay historias que no deben dejarse de lado, hay trámites que deben tener una mayor urgencia, hay gestos pequeños que pueden desarrollarse en una ciudad pequeña para conseguir logros tan maravillosos como dar paz a una mujer, anciana, cansada, vacía y rota por el dolor. Dar la paz que busca una madre, dormir para siempre a su hijo.

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