Han pasado 21 años. 21 años de la que sin duda ha sido una de las mayores tragedias migratorias sufridas en nuestras costas. Fue en San Amaro en donde terminó estrellándose la patera de nombre Antoñita, erigida en una auténtica trampa mortal para los marroquíes que viajaban en su interior. Ahmed, Khalid, Hackim, Driss, Abdenbi... son los nombres de algunos de aquellos jóvenes que murieron ahogados y cuyos cadáveres quedaron tendidos en una playa convertida en una fosa común. Sus cuerpos fueron enterrados en Sidi Embarek, en las tumbas numeradas desde el 1052 hasta el 58, bajo tierra les lloraron, les despidieron y rezaron. Han pasado 21 años y nada ha cambiado. Seguimos hablando de lo mismo, continúan los naufragios y el negocio traducido en un mero tráfico de esclavos extrapolado al siglo XXI es redondo para quienes lo alimentan.
Aquella madrugada se escribió una de las grandes tragedias de la inmigración, se dibujó uno de los panoramas más tristes que vuelve a repetirse en nuestras costas. Las imágenes de los cuerpos sin vida tendidos en el mar aún las recuerdo. Las vi por televisión tan solo un día antes de emprender camino desde Pamplona a Ceuta para trabajar en este periódico. Ha pasado tiempo y siguen produciéndose las mismas tragedias, los mismos dramas, las mismas muertes de hombres, mujeres y niños a los que ni siquiera se les aporta su identidad.
La Policía Judicial de la Guardia Civil hizo un trabajo brillante con los escasos medios de una época en la que Julio Quílez mandaba en el cuartel de Hadú y Bejarano dirigía el equipo de PJ que consiguió sentar en el banquillo a uno de los responsables de aquella tragedia.
Hoy nada ha cambiado, pasan los años, cambian las leyes, aumentan los medios, se invierten millones, se hacen encuentros al más alto nivel entre países... pero sigue muriendo gente, se siguen vendiendo embarcaciones en mal estado, siguen los naufragios, las desapariciones y el negocio del que viven demasiadas personas a base de llevar a la muerte a otras.
21 años de una tragedia olvidada en Ceuta, de la que pocos ya se acuerdan, que permanece en la memoria de quienes todavía nos quedamos sorprendidos por la organización de un mundo ideado para sometedores y sometidos, para ricos y para pobres, para dueños del dinero y para esclavos. Un mundo que permite que en 21 años nada haya cambiado.
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