Narcos con suerte

Los juzgados se han convertido en el zoco de Castillejos, ahí se reparte suerte según la pericia de cada uno, lográndose acuerdos beneficiosos para quienes han traficado con ingentes cantidades de hachís o duras condenas para los últimos eslabones de las cadenas delictivas que hay detrás de este negocio. Por las puertas de los juzgados hemos visto salir esposados a jóvenes que se aventuraron, engañados por el momento con jugosas comisiones, a pasar unos cuantos kilos ocultos en su vehículo. Pero también hemos visto a grandes narcos con suerte, que apañan condenas que les permiten no entrar en prisión y que, después de la polvareda mediática, vemos como, sin pudor alguno, montan lujosos negocios y se fotografían como héroes de batallas ganadas  al sistema.
En una ciudad tan chica, en donde las autoridades se afanan en inventar fórmulas rocambolescas para vender que luchan contra el fraude, no resulta tan complicado llevar a buen puerto las investigaciones sobre blanqueo de capitales del dinero producto del narcotráfico. Hay que tener ganas, cuando menos para levantar las alarmas oportunas después de que detenidos por tráfico de hachís, tras pasar un tiempo entre rejas, empiezan a triunfar abriendo tiendas de todo tipo, evidentemente, bien asesorados. Blanco y en botella, diríamos los que, asombrados, vemos la falta de vergüenza que tienen quienes han sido condenados por traficantes para hacer un alarde social de una ingente cantidad de dinero que sospechosamente ha aflorado en sus cuentas. Mayor vergüenza aún si repasamos los últimos boletines de la Ciudad y las ayudas dadas por Procesa para la implantación de nuevas empresas. Igual nos llevábamos un chasco al comprobar a quién ha llegado determinado apoyo para el emprendedor. Qué bonito.
Cierto es que la doble moral permanece arraigada entre muchos sectores y resulta prácticamente imposible luchar contra ella. Así que a nadie extraña que este tipo de personas, narcotraficantes con condena metidos a empresarios de medio pelo, tengan su cuota de adoración social. Es inmoral y repugnante pero existe. Ahí poco o nada puede hacerse, pero por contra sí que la Administración puede reforzar sus mecanismos para frenar las riquezas que nacen del delito, aumentando los medios para que las investigaciones orientadas a destapar los casos de blanqueo sean más rápidas y efectivas.