Nadie se echa al mar por gusto. Así terminaba anoche una conversación con un gran amigo. Nadie lo hace, ni nadie se marcha de su tierra dejando a su madre, a su familia y lo poco que tiene.
Pero en esta sociedad nos gusta mucho eso de generalizar, no nos detenemos en las historias, tampoco en los dramas, ni siquiera nos preguntamos por qué la gente deja su hogar.
Ayer fue enterrado en Castillejos Ahmed. En horas pasó de estar junto a su madre a morir en el mar. Gracias a su identificación, al menos su familia ha podido despedirse de él. En otros casos no solo no pueden hacerlo, sino que viven con el tormento y la incertidumbre de no conocer el paradero.
La gran bolsa de desaparecidos es una tragedia en la que nadie se quiere detener porque supone el fracaso de toda una sociedad, de un mundo caótico, desordenado, en el que a un lado del paso fronterizo se matan por un trabajo para sobrevivir y en el otro la mayor preocupación es conseguir el nuevo modelo de teléfono móvil gracias a unos Reyes que hemos terminado por cosificar.
Ya ven, nos hemos cargado hasta la Navidad por la farándula.
Ahmed murió en el mar, como él otros muchos jóvenes siguen echándose al agua a sabiendas de que esa ruta ha dejado decenas y decenas de desaparecidos. No hay freno, en el trayecto pueden morir ahogados o de frío, porque muchos de los chavales que han terminado enterrados en Ceuta perdieron sus vidas así.
Uno no deja su hogar por gusto, no despide a una madre con el riesgo de no volver a besarla, no deja una familia porque sí.
Pero ya ni siquiera nos preguntamos esto como sociedad y así terminamos hablando de ilegales, de reparto de niños, de cupos, de dinero, de negocios y del último Iphone que pedir a los Reyes.
Y lo peor es que en la otra parte oficialmenre ni pio, estan mas en lo de siempre, invertir y mucho en algo superficial, pan y circo y hay quien les sigue el juego.