Es 16 de julio. Ya llevo 16 días de vacaciones sumido en los sudores húmedos del levante. Las calles se vacían a las cuatro de la tarde y el silencio caluroso es roto por las chicharras que parecen trabajar 24 horas.
Aprovecho la tímida luz de la mañana para andar por el río vinalopo. No corre apenas agua aunque la tradición cuenta que aquí se ahogó Amilcar Barca, un general cartaginés que pasó por Elche allá por el 228 A.C.
Hoy iré al cementerio, enterramos a mi padre hace cinco años. Aunque son las 8 y es la hora que el sol da permiso para salir no hay nadie en la necrópolis: gatos, gorriones, alguna mariposa, hormigas cargando solidariamente un saltamontes muerto y un lagarto que sale del nicho al oír mis pasos.
Las rosas y amapolas son de plástico, las macetas parecen de las tiendas de los chinos pues hay muchas idénticas; en este jardín artificial no hay abejas, no merodean mariposas ni libélulas en una naturaleza fingida.
La lápida de mi padre está llena de tierra pues hace tiempo que no recibe visitas desde que mi madre cayó enferma; los muertos saben esperarnos. Un paño mojado descubre el nombre que busco: Adrián Antón Agulló. Hablo con la nada y le cuento lo que le echamos de menos y que todo va bien. Le prometo volver antes de irme a Ceuta y una brisa abraza mi cuerpo refugiado en la sombra de un ciprés.
Tengo tareas pendientes. Mi hermano me dejó la lista de la compra: 4 paquetes de leche sin lactosa, pañales de anciano, 2 paquetes de agua, café, gelatina. El carro de la compra es de los mejores inventos de la humanidad.
Ayer preparé una sopa fría, Vichyssoise (puerros, cebolla, ajo, una pera conferencia, una patata, nata y mantequilla. Sofreir, cubrir de agua, hervir 20 minutos y batir). La nevera será el último paso.
Pepa, mi madre, apenas come: 87 años, ansiedad, depresión, dolor, insomnio y miedo a todo. Me paso horas con ella aunque estaría toda la vida a su lado.
El telediario cuenta el desplante de dos jugadores al presidente del Gobierno y que algunos futbolistas corearon con más de medio millón de personas que Gibraltar es español. Los británicos han puesto el grito en el cielo como si fuéramos piratas con loro, parche en un ojo y pata de palo.
A las tres de la tarde el ventilador es mi amante mientras leo El Faro Digital que me ha enviado Paloma, la cómplice de mis cañonazos.
Le he llevado una horchata a mi madre para que se moje los labios mientras un trankimazin se va deshaciendo debajo de la lengua.
He conocido en Grinder a un profesor de música que quiere permanecer en el anonimato. No sabré nunca quién es pues los armarios son acorazados.
Mi hermana me llama para preguntar novedades; le doy el parte diario y le pregunto que tal va todo por Santa Pola. No tiene nada que contar porque todo es igual que ayer, que la semana pasada, que el mes pasado.. “Nunca pasa nada”. Pienso en el cañonazo de hoy, en el verano, en la nada...ya tengo el título: “La nada veranea con el verano”.
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