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AEGC expone en esta colaboración para EL FARO las connotaciones de una entrada, la del pasado viernes, que no han trascendido, ni siquiera para el secretario de Estado
Los guardias civiles no estábamos preocupados hasta la comparecencia del secretario de Estado de Seguridad, José Antonio Nieto. No estábamos preocupados, porque pensábamos que el Ministerio del Interior conocía la falta de medios humanos y material de los guardias civiles para ejercer nuestras funciones en el perímetro fronterizo y, sobre todo, de las carencias para autoprotegernos de asaltos de esta violencia y envergadura.
El secretario de Estado hablaba de “abordar este problema a la nueva realidad que estamos observando en la forma de actuar de quienes asaltan la frontera, tenemos que hacer un análisis exhaustivo de lo que está pasando”. Hablaba del uso de “nuevos elementos sofisticados”, cizallas, clavos y otros objetos. Nada de lo que dijo se ajustaba a la realidad, porque nada era nuevo, salvo algo que obvió, quizás por desconocimiento, porque la única novedad fue la perfecta planificación del asalto, nada fue improvisado. Esto nos lleva a la inevitable reflexión de que alguien se enriquece con estos pases y que el responsable de la planificación tiene conocimientos sobre movimiento de masas.
En su intervención hizo un repaso al número de inmigrantes atendidos, heridos, desplazados al hospital, pero nada dijo de los tres guardias civiles heridos leves por piedras o golpes de los inmigrantes; ni de los coches apedreados y dañados de la Guardia Civil. Nada de la agresividad que mostraron. Un detalle importante, porque el que escuche o lea debe saber que las lesiones de los inmigrantes fueron por cortes, golpes o caídas al intentar saltar; mientras que las de los guardias civiles fueron por piedras y golpes dados por los inmigrantes, por supuesto, no de todos.
No existe una varita mágica para acabar con los asaltos a la frontera, pero no es difícil determinar que necesitamos para abordar con cierto éxito una avalancha. En primer lugar, más guardias civiles y medios materiales para dar una respuesta acorde a los intentos. En segundo lugar, el trabajo silencioso de la inteligencia y los servicios de información para anticiparnos a los saltos. En tercer lugar, la colaboración de las autoridades marroquíes en su país como primera respuesta al intento y, por supuesto, para alertarnos de estos.
Nada de esto funcionó el pasado viernes, a pesar que Nieto destacara la colaboración marroquí para evitar la entrada de 250 personas más, porque los guardias civiles no observamos esa ayuda, no había fuerzas del vecino país y, por tanto, el mérito corresponde a los guardias civiles. Nada funcionó excepto que los guardias civiles que prestaban servicio en el perímetro alertaron de la presencia de los inmigrantes.
La llegada de inmigrantes a nuestro país no es nada nuevo, sólo en 2015 entraron más de 20.000 inmigrantes irregulares. Unos llegan en botes y pateras y, cuando son sorprendidos, los medios de comunicación dicen “han sido rescatados o socorridos por la Guardia Civil”. Se les atiende como se espera de un país democrático y comprometido con los derechos humanos; otros llegan a los aeropuertos y puertos con documentación falsas o carentes de documentación. En el primer caso, los medios de comunicación nos enseñan la parte dramática, el sufrimiento y el atrevimiento ante la desesperación de estos hombres, mujeres y niños rescatados en el mar. Los segundos pasan casi desapercibidos, es una especie de inmigración silenciosa que importa poco, porque no se percibe.
La inmigración en Ceuta y Melilla tiene otra connotación informativa, porque hablamos de asaltos violentos, de muertes, de lanzamiento de piedras, de cortes en las concertinas, de piernas rotas al saltar, de enfrentamientos y de guardias civiles lesionados. El problema es el mismo, hombres y mujeres que tratan de pasar a un país, donde en principio mejorarán porque comerán todos los días y dormirán en una cama. El frío del camastro del monte deja paso a una cama con sábanas y una cena caliente antes de dormir. Sin embargo ya no se habla de que la Guardia Civil auxilia, se habla de que la Guardia Civil evita o repele la entrada de un número determinado de inmigrantes. Pasamos a ser “las fuerzas represoras” y algunas ONG no se ocultan en señalarnos injustamente como tal.
La misión de la Guardia Civil es la misma en todos los supuestos: auxiliar, proteger, tratar como seres humanos a todos los inmigrantes y, por supuesto, cumplir con las misiones que nos encomienda el Gobierno, entre otras, tratar de evitar los asaltos al perímetro. Estas son las razones suficientes para pedir al Gobierno que nos dote de medios materiales y humanos para evitar daños físicos a los inmigrantes, a los guardias civiles que cumplen con su obligación y, de paso, evitar dar carnaza a los que tratan de desmerecer la labor de los guardias civiles de Ceuta y Melilla.