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Nada nuevo bajo el sol

Al abrir la carpeta del antiguo escritorio de mi padre he encontrado, entre los papeles allí conservados,  una amarillenta primera página del diario “La Opinión”, nº 1.833. año VII, correspondiente al día 25 de octubre de 1932. Dicho periódico se publicaba en Ceuta, teniendo su redacción, administración y talleres en la calle Castelar -hoy General Aranda (gracias, amigo Cronista)- núms. 2 y 4. Buscando la razón por la que había sido guardada en su día, pude comprobar que, bajo el largo titular “De la Comisión interministerial para definir el régimen tributario de las plazas de soberanía”, y tras una breve entrada, se transcribía el documento entregado al Presidente de aquella Comisión por el representante en ella de la Cámara de Comercio ceutí, Manuel Delgado Villalba, quien, a la sazón, presidía dicha corporación.
Leyendo el citado documento, no he podido evitar una comparación entre su contenido con la situación de nuestra ciudad en la época actual, transcurridos nada menos que setenta y ocho años, para llegar a la conclusión de que los romanos llevaban razón al sentenciar lo de “nihil novum sub sole”, nada nuevo bajo el sol.
La primera petición de la Cámara deja sentado su firme criterio de “no suscribir nada que representara aumento de tributación”. Hoy hablamos del REF, del debatido régimen singular económico y fiscal al que aspira nuestra ciudad, el cual va en el mismo sentido, e incluso trata de profundizar en determinadas bonificaciones y exenciones, algo que hace setenta y ocho años hubiera sido más difícil, porque aquí no se pagaba casi nada al erario.  
En desarrollo del mencionado criterio básico, la Cámara instaba al Gobierno que mantuviese el “statu quo” tributario, es decir, que no aumentara ni estableciese más impuestos ni contribuciones “que las que regían al advenimiento de la República”. La Ley de Bases de 1955 vino a romper dicho “statu quo”, estableciendo tributos –eso sí, con bonificaciones- que no se percibían con anterioridad.
Después, sobre todo en defensa de la competitividad de nuestro puerto frente a “los de Tánger y Gibraltar”, “enfriando los entusiasmos que hoy existen para la construcción del (puerto) rival de Tánger” –como aclara más adelante el documento- (¡si viesen ahora el Tánger-Med, construido en gran parte con fondos europeos!) pedía la Cámara la supresión de los Impuestos de Transportes, de Tráfico Marítimo y Fitopatológico, así como la reducción al 25% de los derechos obvencionales de Aduanas, calificando de “incomprensible” que tales derechos se percibieran en un Puerto Franco.
En el mismo sentido de conseguir que el puerto alcanzase altas cotas de competitividad en su faceta de suministro de carbón y combustibles líquidos, la Cámara proponía que se redujeran al 50% las tarifas de practicaje y amarraje, aduciendo que mientras un buque de 10.000 toneladas pagaba en Ceuta por tales conceptos 320 Ptas., y el doble cuando era de noche, en Gibraltar solo abonaban una libra esterlina (25,20 Ptas. el cambio oficial en aquel entonces, y alrededor de 40/45 en el mercado libre). Asimismo, solicitaba que se dotase al puerto de un remolcador de gran potencia, para evitar que se ahuyentase hacia la competencia –como ya estaba ocurriendo, decía- la corriente de buques de turismo.
Otra de las diversas demandas planteadas, que curiosamente guarda similitud con la cuestión de las actuales y perseguidas Reglas de Origen europeas, era la de que los productos aquí fabricados “por españoles y con primeras materias españolas” tuviesen  “libre introducción” en el resto de España.
Luego, la Cámara de Comercio pasaba a un problema recurrente y, al parecer, insoluble, solicitando que “la Trasmediterránea reduzca los precios de pasaje”, a los que califica de “notoriamente excesivos y perjudiciales al tráfico, pues solamente por una hora de Algeciras a Ceuta cobra 18 Ptas.”, y que pusiera en servicio “un vapor de mayor capacidad”, “a ser posible con dispositivo para que los automóviles pudieran embarcar y desembarcar movidos por su propio motor, o sea lo que hoy llaman ‘ferry-boat’” (entonces, los pocos que cabían eran estibados en la bodega del barco mediante puntal).Veinte años hubo de esperar nuestra ciudad para que, con la incorporación del transbordador “Victoria”, se cumpliese esta aspiración.
Finalmente, la Cámara tocaba otro punto sensible y que ha vuelto a estar de actualidad: que no se redujera la guarnición, porque ello sería “suicida”, pues tanto Ceuta como Melilla “tienen derecho a que no se les prive de este elemento de vida”.
Mucho me temo que de aquella Comisión interministerial no surgieran demasiadas soluciones en beneficio de ambas ciudades. Repito, pues: nada nuevo bajo el sol, y han pasado setenta y ocho años. Como en aquel soneto de Unamuno, del que reproduzco algunos versos: “De ti desecha vanas ilusiones, tropezamos con el pasado al avanzar, lo que ha de ser ha sido ya, nada hay de nuevo”.

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