Opinión

Nada, no aprendemos

Los montes de nuestra ciudad se han convertido en pequeños vertederos consentidos, mantenidos en el tiempo y erigidos en unos monstruos contra los que parece imposible luchar. Sí, también es verdad que somos unos cerdos de dos patas con inteligencia elegida para cargarnos el planeta. Somos los números 1 en dejar la peor de las herencias a nuestros hijos y los mejores en eso de desordenar el equilibrio ecológico hasta volverlo en nuestra contra. Pero además de todo esto tenemos un Gobierno incapaz de adoptar medidas urgentes para que el cuidado de la superficie natural sea algo prioritario, precisamente porque la consejería de Medio Ambiente siempre ha sido un ornato para el equipo político, un adorno al que darle mayor relevancia mediática cuando tocaba salir a colocar las banderas azules.

Hay ciudadanos encargados de denunciar en redes sociales o en colaboraciones en medios de comunicación todos los atentados medioambientales que ven por el camino. Le hacen el trabajo al Gobierno sin que les enchufen como controladores, y se lo hacen solo porque les duele lo que ven. ¿Saben el caso que se les hace? Ya se lo digo yo: ninguno. De vez en cuando suena la flauta y alguna de las quejas es atendida, pero las demás caen en saco roto porque el Medio Ambiente es la última preocupación para los que mandan.

Tenemos, como les decía, el monte convertido en una escombrera. Nos podrán decir que se limpia, y mucho, pero la realidad escupe imágenes a las que habría que dar la vuelta de manera radical otorgando la importancia a lo que es el futuro de todos. No nos narren cuentos chinos, que aquí han tenido que venir unos voluntarios para salir cada fin de semana a recorrer toda Ceuta eliminando focos de basura, retirando plástico y colillas, sacando los colores por todos los puntos-vertedero que hay desperdigados.

Luego, cuando vienen los incendios llega el momento del teatro: queda muy bien eso de salir en las fotografías con rostro de preocupación, además de vender lo controlado que tienen todo. Fíjense que hasta el presidente Vivas a las tres de la tarde sabía ya que el fuego en Calamocarro iba a estar extinguido a las ocho. Es tan listo que hasta se equivocó. Pero eso sí, tenían todo bajo control.

No podemos estar orgullosos de lo que estamos haciendo: nosotros, por ser ciudadanos incívicos que consentimos a los ‘marranos’ que destruyan lo que tenemos y el Gobierno, por autor de todo este desaguisado con consentimiento.

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