La música de la naturaleza

La Diosa Madre proporciona grandes momentos inspiradores que nos transportan a mundos desconocidos si sabemos poner en marcha la imaginación creativa y nos dejamos llevar a esos ámbitos donde fluyen los conocimientos emotivos. Los sonidos envolventes de la naturaleza son siempre agradables y sus silencios memorables. Cada sistema natural tiene su propia música y sonoridad. Las cavernas por ejemplo son espacios donde reina una paz sobrenatural y mágica que puede ser sutilmente rota por el goteo de agua o el rumor de un pequeño manantial que solo beneficiará a la magnitud del escenario; en las cuevas con agua y lagos cuando se cruzan a nado se produce una curiosa sonoridad que parece sobrenatural. Bucear en estos espacios acuáticos en total oscuridad con la ayuda de linternas proporciona intensas experiencias vitales que dejan para siempre una huella en el corazón del que ha tenido tal experiencia. Caminar, nadar y bucear persiguiendo experiencias y provocando encuentros con criaturas extrañas que solo habitan estos ambientes proporcionan una sonoridad musical interior que palpita con fuerza en nuestra psique y que nos conecta con el pasado remoto de nuestro mundo planetario. Los arquetipos del inconsciente colectivo compartidos con el resto de los seres humanos no dejan de ser psico-referencias para orientarnos en el presente; poderosas señales reflectantes para recordar de donde venimos y reconfortarnos antes los insondables misterios de la vida y del cosmos. En las cuevas y cavernas la imaginación vuela más rápido y a falta de espacios abiertos será la mente la que tendrá que recrearlos y evocarlos; si se sabe mirar se encuentra un firmamento estrellado en los techos elevados de las salas más majestuosas.

Las montañas son lugares ideales para la introspección y la experiencia mística y captar la música de estos parajes es altamente recomendable para la emancipación de los sentidos muchas veces tan abotargados de ruidos y cacofonías de las autovías y las aglomeraciones consumistas planificadas para favorecer las vanalidades. En las alturas el cielo, las nubes y los vientos nos hablan abiertamente y sin secretismos de la gran verdad del universo. Las potencias telúricas se sienten en las cimas de los volcanes y en la visión de sus calderas colapsadas bajo el peso de la lava acumulada. Otras cimas suenan a mar pues su principal sustrato rocoso está formado por calizas que antaño formaban parte de un lecho marino en una cuenca cualquiera. Estas son rocas cargadas de microorganismos fósiles que con suerte también nos pueden regalar los sentidos con las huellas petrificadas de otras especies o conteniendo a las partes esqueléticas de los propios organismos pues existen estos dos tipos de fosilificación. Las montañas poseen una gran variedad de musicalidades y sonidos particulares entre los que están los producidos por los vientos y las brisas que las suelen acompañar constantemente en sus cimas y laderas en función de su exposición al elemento aire.

Si tenemos la suerte de explorar un bosque viejo nos daremos cuenta que los grandes árboles nos trasmiten su musicalidad a través del viento; son sus ramas más secas las que producen unos chasquidos característicos y sus frondosos haces de hojas los que proporcionan el mejor y más armonioso susurro e intensos suspiros melancólicos. Cada ecosistema tiene su melodía ancestral que se manifiesta a través de sus habitantes animados y también de los inanimados pues tan importante son los elementos como la gea, la flora y la fauna para producir sus inquietantes, a veces pasmosas, bellos pero siempre reconfortantes sinfonías musicales. En la producción de sonidos las aves constituyen el principal conjunto coral de la Maga Mater sin desdeñar a los batracios, determinados insectos y muchos mamíferos. Es bien conocido que existen especialidades científicas basadas en el reconocimiento de los sonidos animales y que esto puede llegar a constituir todo un arte.

El mar constituye un reino aparte en cuanto a los sonidos se refiere y junto con las cuevas y cavernas son los espacios donde he percibido las experiencias más intensas de introspección e interiorización del espíritu de la tierra. El descenso a un fondo marino fuertemente teñido de azul es en realidad un ascenso a una realidad ancestral y una explosión de sonoridad primordial que retrotrae a los albores de la vida. Venimos a este mundo aéreo después del trauma del parto que nos obliga a dejar nuestro micro-entorno acuoso en el seno materno que puede ser una gran metáfora del comienzo del cosmos. Al fin y al cabo el desarrollo de la vida es la historia de una expansión molecular sorprendente ya sea a nivel celular o embriológica desde el diminuto zigoto hasta el desarrollo pleno del organismo. Por otra parte, el mar produce una de las musicalidades naturales más relajantes por excelencia no solo debajo del azul sino también escuchando el rumor del mar en cualquier litoral del planeta.

Los artistas verdaderos exploran en su interior, observan el mundo y obtienen referencias a través de sus obras poéticas, pinturas, fotografías, esculturas y por supuesto la música. La inspiración musical para crear obras realmente profundas cuya base sea la naturaleza son abundantes y muy diversas. Algunos genios de la música aunque tenían a la naturaleza presente su principal fuente de inspiración estuvo orientada por la espiritualidad cristiana occidental siendo el barroco una cumbre musical como consecuencia de esta búsqueda artística. Con las revoluciones científicas y el auge del trascendentalismo en Europa y América se inaugura un gran proceso creativo musical que ha cristalizado en el movimiento de música de la nueva era más conocido como “new age” del que hay grandes exponentes en las dos orillas del Atlántico. En este sentido son los aspectos folclóricos, naturales y espirituales los que han iluminado a variados autores americanos en sus producciones musicales. Paul Winter dedicó una producción particular a las ballenas intercalando su música con los maravillosos cantos de los grandes cetáceos; Loreena McKennitt está enclavada dentro de la música celta pero pienso que va mucho más allá y algunas de sus obras son cantos de inspiración natural exquisita que personalmente pienso que acompañan a la perfección al lenguaje literario de Henry David Thoreau; de la misma forma podría indicar lo mismo de algunas producciones de la gran cantante celta Enya y de manera especial de sus temas musicales incluidos en sus discos Water Mark o Caribbean Blue. David Darling es otro de los grandes recreando los ambientes de naturaleza intimista como los jardines y el canto de las pequeñas aves. Michael Nyman tiene también preciosas composiciones minimalistas y una puesta en escena soberbia para el que haya tenido la fortuna de verlo en directo. Sin embargo, es Win Mertens el músico que más llega a mis adentros y consigue evocar los sentimientos trascendentalitas mas intensos. El toque suave y lleno de significado de su piano me transporta a esos mundos invisibles aludidos al principio de este artículo. Con su música me encuentro igual de inspirado recorriendo bosques, costas que escribiendo mis diarios y pensando en hipótesis de investigación, sin duda que su arte musical logra una evocación sin igual de gran alcance en mi psique. Hace unos meses junto a mi mujer, tuve la oportunidad de escuchar un concierto en directo de este excepcional pianista y compositor belga en el teatro Lope de Vega de Sevilla. Llevaba una pequeña orquesta de cámara compuesta por un variado grupo de cuerda que consiguieron una sonoridad en directo simplemente celestial. Detrás de este espectáculo había muchas horas de perfeccionamiento cumplimentada con una efectiva y elegante puesta en escena del maestro al piano y su grupo; todo el espectáculo rezumaba una sencillez y un virtuosismo que encandilaba.