Veinte años avalan su trayectoria científica en Ceuta, pero las dificultades económicas podrían dar al traste con uno de los proyectos sobre cetáceos y tortugas marinas con más peso en la ciudad. Y es que el pudridero de cetáceos se está convirtiendo en una losa para sus impulsores: el Museo del Mar y Septem Nostra (entidad que tiene a su cargo la red de varamiento) por lo que, de no obtenerse financiación económica del Ejecutivo local, el próximo 1 de agosto el Museo echará el cierre a este proyecto que vio la luz hace poco más de dos años.
El convenio con la Consejería de Sanidad, que únicamente aporta material y apoyo veterinario en las ocasiones en que es requerido, no es suficiente para continuar con un programa que ha logrado reunir una de las mayores colecciones de osamentas de cetáceos y tortugas marinas de toda Europa. Dispuestos a continuar desarrollando el proyecto, el Museo del Mar logró captar la financiación de la empresa Makerel, que cedió parte de sus instalaciones para habilitar un nuevo pudridero y continuar así los estudios sobre estos animales.
Su ayuda se tradujo no solo en la cesión de un espacio físico, sino también en la aportación económica para contratar a las tres personas, a media jornada, que posibilitan la continuación del programa: un encargado de colecciones que trabaja en la logística, clasificación, conservación y registro, además de dos asistentes.
La determinación de Makerel de no seguir sufragando esta actividad ha llevado a sus responsables a adoptar la decisión de suspender el proyecto. “Las empresas mecenas están para financiar un libro o apoyar una exposición, pero no para pagar el sueldo de los trabajadores”, explica tajante el director de la entidad museística, Óscar Ocaña. Al hilo de esto, considera que el Museo del Mar “tampoco tiene por qué financiar este programa, ya que hay una serie de obligaciones legales de la Ciudad y del Ministerio de Medio Ambiente, pero no quieren pagar. Por eso tenemos que cerrar”.
El cierre del programa no debería coger de sorpresa a la Ciudad, a la que Ocaña viene advirtiendo desde hace meses sobre la posibilidad de dar carpetazo a un pudridero “que es único en España”.
La única posibilidad de mantener activo este espacio sería a través de la búsqueda de una vía de financiación, tal y como se traduce del compromiso mostrado por el consejero de Medio Ambiente, Fernando Ramos, en la reunión que, junto a la responsable de Sanidad, Adela Nieto, mantuvieron con el Museo del Mar.
De conseguir esta ayuda, se podrían consolidar los tres empleos que hacen factible la continuación del pudridero. “Son animales muy protegidos y hay que conservar los cuerpos para su investigación. Está fuera de lugar su destrucción, por lo que si no financian el programa, los cuerpos van a seguir acumulándose hasta que se sufraguen los gastos”, apunta Ocaña. “La cantidad que necesitamos es una nimiedad en comparación con el dinero que se gastan en cosas menos importantes”, añade.
Aunque el pudridero de cetáceos vio la luz en abril de 2016, un tímido proyecto precursor a éste asomaba a la ciudad de la mano de los responsables del Museo del Mar. Los restos de delfines y tortugas que expiraban en nuestras costas eran almacenados en las inmediaciones del entonces vertedero de Santa Catalina, hasta que fue trasladado a la parcela gestionada por Makerel.
Actualmente, el pudridero acoge más de cien esqueletos de tortugas y el mismo número de restos de cetáceos que suponen una fuente de investigación del mundo de los vertebrados marinos.
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