La Plaza de la Constitución fue fiel a su reunión mensual con el Círculo de Silencio. Ni el sofocante calor, ni las miradas, ni los comentarios frenaron a decenas de ciudadanos que completaron uno de los círculos más multitudinarios de los últimos meses en los que la polémica de la violencia volvió a florecer en pleno debate tras el último salto masivo a la valla. Allí se encontraban algunos de los protagonistas de aquel fatídico episodio que, en medio del silencio, pusieron voz para rechazar la criminalización ciudadana y mediática que están sufriendo desde entonces.
“Hoy con nuestro silencio queremos invitaros a todos a pararos un momento a reflexionar, a contraponer lo que nos dicen los medios con lo que podemos observar con nuestros propios ojos y, así, contribuir a devolver a estas personas su rostro y su dignidad. Solo así podemos hacer frente, juntos, a los discursos y políticas actuales que deshumanizan y asesinan a quienes vienen a Europa en busca de paz y seguridad”, exponía el manifiesto.
En este sentido se rechazó la violencia con mayúsculas. “Sé que muchos piensan que somos violentos por la manera en que hemos cruzado la valla, a lo mejor piensan eso porque vivimos un poco alejados y no nos conocen, porque nosotros no somos violentos”.
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Así, después de varias semanas en un ambiente candente que, lejos de decaer, ha sido avivado con bulos y distintas visitas de líderes políticos a la ciudad, estos jóvenes de diferentes rangos de edad ayer tuvieron que argumentar y justificar, cuando todavía otros no lo han hecho, la vida que buscan, el futuro que ansían fraguarse y, precisamente, que ellos huyen de todo acto violento. “Estamos en contra de la violencia. Hemos venido aquí porque hemos vivido mucha violencia y guerra en nuestros países y en el camino. Lo más importante para nosotros es la paz y la queremos mantener”, eran las palabras de un guineano llegado hace cinco meses cuya única esperanza es poder seguir con sus estudios.
Los suyos, los de las 1.514 personas que han llegado a Ceuta entre enero y julio con el único propósito de tener una vida mejor no es un caso aislado, de hecho, la migración ha existido siempre, nosotros, los que ahora pertenecemos a este territorio somos fruto de ello. Las personas cruzan las fronteras de sus países en busca de mejores oportunidades, educativas y profesionales. Sin embargo, la particularidad de nuestros tiempos, como bien se expuso ayer, “no es que hayan aumentado los flujos, sino que las condiciones legales para quedarse en el país de acogida se han endurecido”.
Por ello, cuando se hizo el silencio fue inevitable reflexionar que sería hoy de nuestra sociedad, de la humanidad en general, si hubiese recibido a lo largo de estos siglos de flujos migratorios el mismo trato, la misma acogida, las mismas trabas y, sobre todo, el rechazo que hoy alimenta el clima social.
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