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Multiculturalismo, islam y terrorismo

Del conjunto de declaraciones y análisis que se han hecho en estos últimos días sobre la matanza terrorista de París la que más ha llamado mi atención ha sido la del máximo responsable de la ONU para los derechos humanos que ha asegurado que ni el islam ni el multiculturalismo deben ser culpados del ataque.

El alto funcionario para los derechos humanos no aclara en que basa esas conclusiones aunque lo más llamativo del caso es que se trata de un representante del gobierno de Jordania, un país donde derechos como el de asociación o reunión están fuertemente restringidos, que persisten desigualdades jurídicas en el trato a las mujeres, discriminaciones legales a las minorías y a los homosexuales así como carencias en la regulación de derechos de la infancia como el del trabajo infantil.  
Cuando uno se acerca a una realidad social debe hacerlo desprovisto de prejuicios siguiendo la máxima de Weber: estudia los hechos sociales como si fueran cosas. Así que cuando queremos conocer (y comprender) porqué chicos y chicas nacidos y socializados en sociedades europeas, se radicalizan y marchan a países que les son ajenos cultural y políticamente para acabar con la vida de otras personas que jamás han tenido relación con ellos y posteriormente retornar y asesinar a sus connacionales, debemos olvidar nuestros prejuicios y sobre todo la perniciosa corrección política.  
El multiculturalismo es una ideología nacida en los años 70-80 en el seno de la izquierda neomarxista que sustituía la lucha de clases por el conflicto entre mayorías societales y minorías. Era una ideología revestida de un carácter “buenista” que pretendía el encaje de las minorías en nuestras sociedades y sus propuestas partían del presupuesto de que no eran estas minorías las que debían adaptarse en su convivencia a la sociedad mayoritaria sino que era esta la que debía proveer a las minorías de un lugar específico y diferenciado. El ideario multiculturalista nacía así sobre la premisa de que el problema de encaje lo era del sistema en sí, no de las minorías. El sistema, o sea la democracia liberal, era la responsable de esa dificultad de integración y las minorías sus víctimas. El resultado de estas políticas ha sido el debilitamiento de nuestro modelo político y social a través de su desprestigio. ¿Cómo convencer a un muchacho perteneciente a una minoría que nuestro sistema es el idóneo, cuando a la vez este sistema reconoce su incapacidad diseñando políticas especificas para las minorías, siempre victimizadas? ¿Cómo no dejarse atraer por unas ideas religiosas que le ofrecen un lugar claro y solido en el mundo, una identidad y un sentido de superioridad frente a un modelo siempre cuestionado por los propios occidentales?
Las políticas multiculturalistas pueden no ser las responsables de lo sucedido pero sí han demostrado su fracaso, algo que ya han reconocido líderes de países como Alemania, Holanda o Francia.  Y es que uno de los errores del multiculturalismo ha sido no diferenciar entre los diversos tipos de minorías cuando en la práctica ha sido la minoría islámica la que ha mostrado mayores dificultades de encaje y sobre todo, al observar la religión islámica desde una perspectiva secular que impedía comprender su verdadera sustancia. Todavía hay políticos que aseguran que el terrorismo islámico no tiene nada que ver con el islam. Podemos afirmar que se trata de una interpretación desviada pero no que no tenga nada que ver con la religión islámica. El terrorismo vasco tiene su raíz en la interpretación xenófoba del nacionalismo vasco. Podemos decir que es una interpretación equivocada, pero no que no tiene nada que ver con la reivindicación identitaria vasca. Y al igual que el nacionalismo vasco (“religión política” según la definición de Antonio Elorza) tiene como enemigos a los españoles en primer lugar y a los no nacionalistas en segundo, en el terrorismo islamista los enemigos son los infieles y los no adeptos (los no radicalizados).
Las dificultades de encaje de las minorías islámicas en las sociedades occidentales no suponen la imposibilidad de una convivencia pacífica (de hecho la mayor parte de los musulmanes europeos lo hacen) pero debemos ser conscientes de que estas dificultades existen y que en parte surgen por el carácter totalizador del islam y por las grandes diferencias en la práctica e importancia de la religión para sus fieles. La religión sigue constituyendo un elemento fundamental en la vida de los musulmanes frente a los cristianos que se encuentran fuertemente secularizados y para los que la religión constituye algo secundario e incluso residual. Si no tenemos en cuenta estas diferencias, si persistimos en nuestro enfoque secular, no llegaremos a entender porque el islam está retornando a las esencias, porqué se está radicalizando en un movimiento de alcance global (unos días después de la matanza de Paris, los islamistas de Boko Haram asesinaron a 2.000 personas en Nigeria) y porque también lo hace en nuestras sociedades a las que considerábamos a salvo gracias al supuesto bálsamo del bienestar económico y social.

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