Muy pocos son los datos que tenemos sobre el papel de la mujer ceutí en el exilio republicano, en su gran mayoría anónimas, pero sin las mujeres anónimas, «no seríamos lo que somos hoy». Son como se ha escrito ya en muchas ocasiones “las olvidadas entre los olvidados” donde destaca la heroicidad humana y entereza vital de aquellas mujeres, que defendían a sus familias, las libertades y la incipiente igualdad de aquellos años, y sufrieron el exilio. Que sirvan estos pequeños apuntes como homenaje a estas mujeres que tuvieron que partir de Ceuta tras el golpe militar del 36.
A lo largo de la II República la mujer alcanzó cotas de presencia en la vida social y política de nuestra ciudad hasta entonces poco común. Francia y México fueron los dos países fundamentales de acogida de las republicanas españolas. Entre estas ceutíes exiliadas cabe destacar a Carmen Rosado, que, junto a su marido, Rafael Jimenez Cazorla, presidente del PSOE en Ceuta tuvo que exiliar a México, también la doctora Antonia Castillo, de la que hemos escrito en otras ocasiones, pero también partieron hacia el exilio otras muchas ceutíes de las que apenas sabemos nada, solo datos sueltos.
Que contribuya la difusión de sus nombres como reconocimiento a su compromiso con la democracia española, como Amalia Barreto Esquerra de 46 años, embarcó en Francia en el barco Sinaia junto a la maestra ceutí María Luisa Fernández Gabarrón de 29 años, desembarcaron en Veracruz (México) en junio de 1939. La llegada de este buque desde Francia cargado con más de 1.500 refugiados republicanos marcó el inicio de la llegada masiva del exilio español a México, otras pudieron salir de Ceuta hasta el protectorado francés y embarcar en Casablanca, como Amanda Zarzuela Lázaro de 20 años de profesión modista, embarcó junto a su familia en el buque portugués Nyassa, que fue contratado por el gobierno de la República en el exilio y algunas asociaciones de apoyo a los exiliados.
También en este mismo barco tenemos constancia de la maestra Emilia Salvadores Izquierdo fue depurada de su escuela en junio de 1937, tras una dura travesía llegaron también al puerto mexicano de Veracruz, en mayo de 1942, como Manuela Arrabal Castañeda de 65 años, ama de casa, desembarcó también en Veracruz (México) Blanca Postigo García, desembarcó en mayo de 1942, tenía 55 años, ama de casa. Engracia Conde Ibáñez, ama de casa llegó en diciembre de 1940. María del Carmen Díaz Romero de Segura, ama de casa 29 años, natural de Ceuta, pero residía en Tetuán llegó en 1947 a Nuevo Laredo, o Antonia Aguilar Schiaffino…
Tampoco tenemos que olvidar a la militante de la CNT en Ceuta, Isabel Mesa, tras la guerra civil terminó sus días en Valencia desarrollando hasta su muerte compromisos sociales a favor de la igualdad de la mujer. Pertenecía al Sindicato de Obreros de la Aguja, donde tenía el número uno en la ciudad. Al tener conocimiento del golpe en la tarde del 17 de julio y poco antes de que una patrulla de falangistas se personara en su casa en la barriada del Sarchal, pudo huir hacia la costa malagueña en un pequeño falucho, junto a 12 compañeros más. Permaneció en Málaga durante varios meses, y a mediados de 1937 llegó a Valencia, trabajando durante toda la guerra de enfermera. Tras la caída de Valencia huye hacia el puerto de Alicante, pero al no llegar el barco que esperaban junto a cientos de republicanos se marcha a Almería a pie, se cambia el nombre por el de Carmen Delgado y luego a Málaga, donde en el año 1941 crea con otras compañeras el periódico clandestino El Faro de Málaga, tal vez pensando en el diario de Ceuta “El Faro”. Participó en el Congreso de constitución de la Federación Nacional de Mujeres Libres, llegando a ser secretaria de la agrupación local en Valencia. Su actividad sindical fue principalmente en la organización de mujeres trabajadoras. Hubo una huelga en la fábrica de conservas en Ceuta durante la Segunda República, la empresa trajo engañadas a unas mujeres del Protectorado que cobraban menos de la mitad que las de Ceuta. Isabel habló con ellas para que se unieran, lo consiguió, y terminó la huelga con las reivindicaciones conseguidas. Nunca se resignó durante el franquismo a quedarse relegada a las tareas del hogar, como imponía el régimen, y siguió en la lucha. Descubierta por la policía es procesada y condenada a dos penas de muerte. Vuelve a Valencia y junto a otras compañeras promueve la creación del colectivo de mujeres “Unión de Mujeres Demócratas”, organización clandestina para ayudar a las personas presas y a sus familias y con actividades en contra de la dictadura. Monta un quiosco junto a Maruja Lara, compañera anarquista inseparable, empeñada en las mismas luchas; en la trastienda tenían la prensa anarquista. En el año 1956 es detenida y durante ocho días es torturada en la comisaría de la calle Samaniego de Valencia. Posteriormente colaboró en la formación de colectivos libertarios como “Libre Estudio”, la Federación de pensionistas de la CNT, “Radio Klara” y el Ateneo Libertario “Al Margen” y perteneció a Dones Lliures y a la Fundación Salvador Seguí de Valencia.
Cuando la pequeña Diana recorría las calles de Ceuta en aquel verano de 1936, de la mano de sus padres, nada le hacía presagiar que en pocos días cambiaría su vida y la de su familia. Su padre era un reputado capitán aviador, destinado en el aeródromo de Sania Ramel en la capital del Protectorado, Tetuán, y en 1933 fue delegado del Gobierno de la República en Ceuta.
En la tarde del 17 de julio, todo cambió, su padre defendió junto a otros militares leales al Gobierno el aeródromo de Tetuán, haciéndose fuerte e intercambiando fuego, pero nada pudieron hacer y a las pocas horas fueron detenidos por los militares sublevados, y el 15 de agosto de 1936 fue sacado de la fortaleza del monte Hacho y ejecutado. La madre de Diana se encuentra en Ceuta, sola y con cuatro hijos.
Al proceder de una familia de la alta sociedad madrileña, el abuelo paterno de Diana era teniente general y su abuela familiar del escritor Salvador de Madariaga, consiguen que se realice un intercambio, organizado por la Cruz Roja Internacional. Tras llegar a Tanger embarcarían en el barco que, hacia la travesía, una vez por semana, hacia el sur de Francia y desde allí al pueblo valenciano de Russafa.
Cuando todo parecía tener una cierta normalidad, una mañana quedó marcada en la memoria de la pequeña Diana, tal y como me lo relató hace unos meses: “Han pasado muchos años, pero parece como si lo estuviera viviendo ahora, nos encontrábamos en el piso de Russafa, mi abuela a un lado y mi abuelo llorando, con las manos en la cara. Dos señores uniformados me cogieron en brazos y nos llevaron a mi hermana y a mí, mientras yo lloraba y preguntaba por mi madre, recuerdo que me abracé a una muñeca y no la solté, hasta muchos años después”. También fueron enviado sus dos hermanos, José Luis y Flavio, a la URSS en la madrugada del 13 de junio de 1937.
Al llegar a Leningrado, la actual San Petersburgo, la separaron de su hermana y la llevaron a una casa para niñas pequeñas. Pocos meses después de acabar la Guerra Civil, en agosto de 1939, la abuela paterna, Presentación de Madariaga, un nombre frecuente en los “Ecos de Sociedad” de la prensa madrileña de la época logró que el Gobierno franquista, a través de sus embajadas en Roma y Londres, consiguiera que los ejecutivos de Mussolini y Chamberlain mediaran para facilitar el retorno de sus cuatro nietos.
El intento fue en vano. Con la invasión de Rusia por parte de Hitler, en junio de 1941, Diana y el resto de los niños fueron evacuados de Leningrado a una aldea en las llanuras del Volga. Nuestra pequeña tuvo que luchar por salir adelante, aprendió el ruso, era muy inteligente y nada se le resistía. Gran modista pronto comenzó a realizar trabajos, después entró a trabajar en una fábrica de misiles. Los años fueron pasando y la promesa del retorno a España no comenzó a ser una realidad hasta 1956, para entonces ya había formado su propia familia al casarse con un ruso de origen ucraniano. Y por fin, el 17 de diciembre de 1990, consiguió permisos para toda su familia, incluidos sus tres hijos con sus respectivas parejas y los cuatro nietos que ya tenía.
Fue la primera doctora en Ceuta, con poco más de veinte años terminó la carrera de medicina. En 1931comenzo a trabajar como facultativa en el Ayuntamiento. Dado su acercamiento a las clases obreras de la ciudad, interviene en la Casa del Pueblo hablando de temas relacionados con la salud a las mujeres de los obreros. Contrajo matrimonio en enero de 1936 con Luis Abad, catedrático de filosofía en el instituto Hispano-Marroquí y presidente de izquierda republicana en Ceuta. A los pocos meses todo cambió, y en la tarde del 17 de julio de 1936, llegaron a Ceuta rumores de que las tropas se habían sublevado en la vecina melilla.
La doctora castillo comenzó a preocuparse por las consecuencias del golpe militar principalmente para su marido por ser un dirigente político, afortunadamente, Luis estaba en Madrid en ese instante. Conforme los días pasaban, la doctora castillo pudo advertir que las detenciones y los fusilamientos sumarísimos eran constantes, así como las depuraciones de funcionarios. Entre el 17 de julio de 1936 y agosto de 1944, 268 personas fueron fusiladas en Ceuta y cientos de ellos represaliados con largas condenas. En febrero de 1938, recibió una primera notificación informándola de que su sueldo quedaba retenido en tanto su proceso se instruía, dicho primer expediente tan solo fue el comienzo de un tortuoso camino del que, por desgracia, aún le quedaba mucho por recorrer.
El fiscal militar, el 22 de mayo de 1939, en un escrito deja claro su sentencia: “que revistiendo su conducta una notoria peligrosidad es permitido aconsejar que la funcionaria de referencia no debe continuar figurando en el cuadro de los empleados del nuevo estado y acuerda proponer a la comisión gestora del ayuntamiento su destitución y que, además, se adopten las medidas necesarias para que tampoco pueda volver a figurar en ninguna otra corporación…”
Las diversas sanciones impuestas a la doctora la obligaron a marcharse de su ciudad y buscar una alternativa causando baja en el colegio de médicos de Ceuta el 30 de julio de 1939. Mientras su marido se encuentra en un campo de concentraciones en Oran.
La doctora Castillo en 1945, decidió definitivamente salir de España y tomar el camino del exilio, primero recaló en argentina donde estuvo unos meses y después definitivamente a México. Y por fin en 1952, tras 18 años desde su separación se reencuentra con su marido en México, ya pueden organizar un futuro juntos. Todo eran éxitos para ambos, pero añoraban España y, en 1966, emprendieron viaje de vuelta instalándose en el pueblo almeriense de Gádor, a principios de 1971, falleció Antonia Castillo y Luis Abad el 13 de noviembre los dos están enterrados en el pequeño pueblo almeriense.
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