Muerte y rescate

Unos pocos dirhams y un papel con una combinación de números que pudieran dar forma a los de un teléfono móvil. Esas fueron las únicas pertenencias que se encontraron en los bolsillos del joven subsahariano, procedente de Senegal, que murió ayer ahogado en su intento por llegar a Ceuta.

Ese milagro, ese grito por el triunfo que se esconde tras el término de Boza, no se cumplió. El vuelco de la embarcación que ocupaba, modelo Jovi a motor, junto a otros compatriotas terminó por atrapar su vida en un Estrecho que se ha tragado ya a demasiados inmigrantes. Según los últimos datos de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), este año han fallecido ya 25 al intentar alcanzar las costas españolas. Esa es la cifra reconocida, quién sabe en realidad los que habrán perecido atrapados en mares embravecidos como el de ayer. Diez subsaharianos fueron rescatados con vida, 4 por la unidad Atria de Salvamento Marítimo y 8 por la Guardia Civil, cuando se encontraban en el mar, en la zona entre Almadraba y Tarajal, sin chalecos, intentando burlar a la muerte, aguantando a la desesperada en unas aguas demasiado frías y revueltas. Según la oenegé Ca-minando Fronteras, en la embarcación, que había partido a primera hora de Castillejos, viajaban doce personas. Este dato sirvió a las unidades de Salvamento y del Instituto Armado para seguir manteniendo activo el dispositivo de búsqueda, aunque sin éxito. Hoy se volverá a rastrear la zona a sabiendas de que resulta complicado rehacer una ruta de tránsito cuando la misma es bastante difusa y equívoca.. Los componentes de esta expedición, procedentes de Guinea Conakry, Costa de Marfil y Congo, no se conocían entre ellos. Simplemente fueron los que se juntaron en la mañana de ayer para emprender rumbo hacia Ceuta, tan solo 24 horas después de que 20 compatriotas lo lograran con éxito y, un día antes, lo consiguieran otros ocho. Partieron a las 8.45 hora española y mantuvieron conversación con activistas de Ca-minando Fronteras durante algo más de media hora. “Iban mal, decían que se estaban hundiendo”, narró ayer a El Faro, Helena Maleno, integrante de la oenegé que trabaja desde el otro lado de la frontera. Advirtieron, vía teléfono móvil, que el agua entraba en la embarcación, que se hundían y que carecían de chalecos salvavidas. Salvamento Marítimo fue alertado al momento y, de seguido, la Benemérita. La patrullera del Servicio Marítimo fue la primera en llegar y se topó ya con un escenario trágico: la embarcación hundiéndose, los inmigrantes intentando aferrarse a lo que quedaba de ella y una lluvia torrencial que no hacía sino agitar aún más el oleaje. La rapidez en la intervención de la Benemérita consiguió la recuperación inmediata de seis de los subsaharianos; el refuerzo de la Atria de Salvamar fue clave para hacerse con los otros cuatro varones y el cadáver del compañero. Nada más se supo del desaparecido, a pesar de que los GEAS estuvieron reconociendo al detalle toda la zona justo en el momento del naufragio y después, durante horas y horas, sin dar con el cuerpo. No es habitual que los inmigrantes se embarquen sin chalecos salvavidas o sin tan siquiera flotadores rudimentarios que se preparan a base de neumáticos. Pero ayer, los componentes de este viaje mortal optaron por desechar cualquier medida de protección, quizá pensando que el trayecto no iba a terminar como finalizó, con una muerte, con la pérdida de un compañero que tan solo tenía como objetivo inmediato tener la oportunidad de disfrutar de lo que hay a este lado de la línea. Un dato más pudo agravar la situación. Los subsaharianos vestían mucha ropa, enfundados algunos en cazadores, lo que termina dificultando mucho más el nado y se convierte en un apoyo más no precisamente para la vida, sino, más bien, para la muerte. Los supervivientes al igual que el cadáver recuperado fueron trasladados al Muelle de la Puntilla. Hasta allí se desplazaron miembros de Cruz Roja para prestarles las primeras atenciones sanitarias: la principal, darles calor. Venían en muy mal estado, con las ropas empapadas y con claros signos de inicio de hipotermia. Para esta intervención se desplazaron tres ambulancias, un vehículo de rescate todo terreno, otro de transporte colectivo y un último de asistencia. Además, en la intervención participaron una quincena de voluntarios, todos formados en emergencias sanitarias. Tras el reconocimiento sanitario, se procedió a la entrega de mantas, ropa, calzado, comida y bebida. Solo uno de los inmigrantes tuvo que ser trasladado al Hospital Universitario con una luxación en el hombro. Los daños físicos no eran los realmente graves en ese momento. Lo que acababan de vivir les había dejado traumatizados, impactados, hasta el punto de que tan solo se dejaban llevar de un lado a otro, se dejaban atender, se dejaban dirigir. Hoy formarán parte de los más de 600 subsaharianos que residen en el CETI, que ayer preparaba habitaciones para atender a los supervivientes. Desde el pasado domingo han llegado a Ceuta 40 subsaharianos, todos por vía marítima, todos envueltos en el temporal de alerta amarilla por vientos y lluvias que comenzó el mismo sábado. Las condiciones meteorológicas que, se supone, debieran frenar este tipo de travesías por peligrosas producen el efecto contrario, animando a la población subsahariana que malvive al otro lado de la frontera a intentar la escapada a la desesperada. Porque en Marruecos la vida se está complicando mucho para los inmigrantes. Las continuas redadas y las detenciones masivas hacen cundir el miedo. Ya no están seguros en los campamentos, ni tampoco en las carreteras en donde piden alimento. Los arrestos se llevan a cabo sin control, con el único objetivo de frenar la presencia de inmigrantes en los alrededores fronterizos. Ahí puede estar la clave de huidas a la desesperada, de salidas en endebles embarcaciones, de marchas incluso en toys a remos. Los subsaharianos parten hacinados, ocupando pateras o semirrígidas cuya capacidad llegan a triplicar. Sus travesías constituyen auténticos milagros entre aguas que en ocasiones no terminan bien. La muerte de este inmigrante reabre la dramática historia de fallecimientos que toman Ceuta como final de partida. Más de 80 hombres, mujeres e incluso un par de niños están enterrados en Santa Catalina. Cifra que aumenta si se tiene en cuenta a los que fueron enterrados en Sidi Embarek. La muerte de este joven, aún sin identificar, se suma a las dos últimas producidas entre agosto y septiembre: las de otros dos subsaharianos que fallecieron en el mar. Uno fue localizado por la Benemérita flotando junto a un chaleco y otro murió en los isleros de Santa Catalina. Y la sangría no termina. Y la brecha abierta a base de diferencias es evidente. Ayer se escribió una tragedia y resulta duro que nadie sepa cuándo terminarán.

Las claves

1 Salida. La embarcación partió de Castillejos a primera hora de la mañana y ya, en torno a las 8.00 horas, tuvieron problemas.

2 Llamada. Avisan por teléfono móvil a miembros de Ca-minando Fronteras y les dicen que se hunden, que el agua está entrando.

3 Llega la Guardia Civil. La unidad de Servicio Marítimo llega la primera y recoge a 6 subsaharianos, la Atria se hace cargo de 4.

4 Se informa de que hay otro más. Los ocupantes dijeron que eran 12, así que faltaba un compatriota al que se le estuvo buscando.

5 ERIE, atención. Los miembros de Cruz Roja atienden a los inmigrantes que se encuentran afectados y con signos de hipotermia.

6 La situación. La embarcación usada desapareció tragada por el mar. Habían partido sin chalecos salvavidas ni protección alguna a pesar de las condiciones adversas.