Han pasado solo 24 horas de la muerte, ahogado, de un joven al que todavía se le intenta 'poner' identidad. La tiene, como también tiene su historia, pero un mar cruzado a nado se la arrebató para siempre a su llegada a Ceuta. Los agentes del Laboratorio de Criminalística de la Policía Judicial de la Guardia Civil trabajan en lo que saben: rehacer las historias perdidas. Mientras, en la frontera sur, nada cambia. Esta madrugada otros jóvenes han seguido el camino que para muchos de ellos ha supuesto la muerte o la desaparición. La Guardia Civil ha interceptado a tres nadadores en las últimas horas, tres jóvenes que se suman a un cuarto interceptado en la misma tarde del miércoles. Además otros tres han sido localizados en kayak. Es la lectura del último episodio de la inmigración que no cesa en Ceuta, ciudad a la que en tres meses han llegado más de 400 inmigrantes, en su amplia mayoría por vía marítima.
El norte de Marruecos se ha quedado sin expectativas tras el cierre de una frontera que alimentaba a muchas familias. No hay contrabando, no hay trabajo; no hay ayudas, no hay sustento; no hay cruce fronterizo, no hay empleo. Por eso muchos jóvenes dicen adiós a sus familias para cruzar por los espigones, y no porque todos quieran marchar después a la Península. Los hay que solo buscan un empleo en la ciudad, un empleo en el submundo de la clandestinidad laboral.
En estos meses ha habido muchas desapariciones de jóvenes que emprendieron ruta hacia las costas peninsulares o a Ceuta, pero que nunca aparecieron en sus destinos. Eso es lo peor, no saber dónde están. Sus familias los reclaman pero nadie alivia su pesar. El hallazgo de cadáveres ha permitido que en otros casos sí se sepa el final y se sepa de la peor de las maneras. A pesar de ello la ruta migratoria sigue, a pesar de la muerte, a pesar de la peligrosidad y a pesar de que en Ceuta tampoco haya demasiado futuro para ellos. No lo hay, como tampoco un albergue seguro ya que la Ciudad solo mantiene la nave del Tarajal para el cumplimiento de la cuarentena y en el CETI sigue sin admitirse estas entradas.
La muerte sigue escribiéndose sobre renglones torcidos en la frontera, sigue escribiéndose a golpe de sucesos crueles, de tragedias a las que se les intenta poner nombre y apellidos, en demasiadas ocasiones sin éxito. Son mayoría las víctimas de la inmigración enterradas en Santa Catalina o Sidi Embarek sin saber quiénes son los que recibieron sepultura.
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