No se les olvida nunca. Eso es precisamente lo que dicen, que cuando alguien nos falta físicamente se mantiene vivo entre los recuerdos, en el legado que dejaron. Hoy, día de Todos los Santos, es especial en el cementerio de Santa Catalina, en Ceuta.
Esta jornada arrastra a aquellos que la aprovechan para colocar más flores o para adecentar nichos y tumbas. También para tener un recuerdo hacia quienes forman parte del patrimonio sentimental de todo caballa. Es precisamente lo que sucede con quien fuera alcalde de Ceuta, Antonio López Sánchez-Prado, cuya tumba aparece hoy más que nunca vestida de flores.
Entre los pasillos del camposanto asoman recuerdos históricos en forma de reseñas como las que figuran en las lápidas de las víctimas del hundimiento del ‘Guadalete’. Hubo decenas de muertos tras el naufragio del dragaminas de la Marina de Guerra española a 19 millas al este de Ceuta.
El osario de legionarios, el panteón de Regulares, los fallecidos en la Guerra de África o en la Campaña de Marruecos forman parte de la historia recogida en el camposanto ceutí.
Aquí, en Ceuta, murieron aviadores que se habían alistado con el bando aliado en la II Guerra Mundial. Pertenecían a varios países de la Commonwealth. En la galería de Santa Gema figuran sus nichos con lápidas desgastadas en las que cada vez es más complicado apreciar con claridad las nomenclaturas alusivas a quienes ocupaban el Halifax DT586, que terminó estrellado en enero de 1943 en García Aldave.
Los siete ocupantes con destino a Oriente Próximo murieron tras haber partido poco antes de Gibraltar. Los aviadores terminaron enterrados aquí sin prácticamente reseñas en la prensa. Su historia es hoy conocida gracias a la investigación del ceutí Luis Oliva.
Las flores, las lápidas, los panteones se mezclan con detalles como imágenes de los fallecidos, un Nacimiento o simbologías que sirven a modo de homenaje de quienes ya no están entre nosotros.
Ese lucimiento choca con la ausencia total, con el vacío más absoluto que marca las lápidas de los nichos en donde descansan aquellos inmigrantes que murieron intentando el salto por la valla o a nado.
Muchos de ellos fueron enterrados sin identificar. Atrás quedaron las historias marcadas por una accidentalidad nunca esperada en una Ceuta que iba a convertirse en el punto ansiado de llegada y terminó siendo su tumba.
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