Son dos informaciones coincidentes en el tiempo. Dos noticias dramáticas que llegaron a ocupar una reseña en los medios digitales nacionales. No más. Estamos más preocupados en hablar de las traiciones de Pedro Sánchez y Pablo Iglesias, de presagiar el peor de los futuros para España, que somos incapaces de siquiera pararnos a leer las escasas líneas con las que se nos narraba la muerte de dos niños inmigrantes. Uno, natural de Costa de Marfil, de unos diez años, fue encontrado en el tren de aterrizaje de un avión que acababa de aterrizar en el aeropuerto Charles de Gaulle de París. Nos cuentan que han aparecido más niños sin vida porque es habitual que se escondan en los espacios donde se acoplan las ruedas de los aviones. Se cuenta esta muerte como quien cuenta la subida o bajada de los precios del chorizo. Se habla de un “pequeño clandestino” y se da como normal que viajen solos arriesgando de esta forma sus vidas.
En la misma línea de espacio temporal se nos cuenta que el bebé que nació en una patera localizada cerca de Lanzarote ha muerto. Su madre tuvo que parir en plena travesía. Nos cuentan que el pequeño no ha podido salir adelante. Tan solo recogen unas cortas manifestaciones de la activista Helena Maleno. Es otro “pequeño clandestino” muerto. Y nada, no nos importa nada. Hay que rebuscar muy mucho para encontrar estas noticias en los medios saturados de información política, de discusiones provocadas por luchas de intereses. No he visto una sola nota de condolencias, ni una preocupación por lo ocurrido, ni un mínimo interés en conocer las historias de ese bebé y ese pequeño que murieron migrando.
No, ya lo sé, hace tiempo que perdimos el corazón, que quisimos acunarnos en un sistema del odio preñado de mentiras y de mensajes políticos que solo obedecen a lo que ellos persiguen y quieren. Y nosotros, como ciudadanos, estamos aquí, dejándonos manipular en muchos casos o haciéndonos preguntas en otros. En un mundo en el que la muerte de unos niños es ignorada, en donde incluso se escuchan mensajes contrarios a ellos, mensajes en los que se les culpa y ataca, mensajes de odio. En este mundo, recién terminada la noche de Reyes, de regalos e ilusión para otros niños, han muerto dos “pequeños clandestinos” cuyo único delito fue nacer al otro lado de la frontera o en una patera.