Opinión

La motosierra de Atila

Una constante en las denuncias medioambientales que venimos haciendo desde hace más de dos décadas tiene que ver con el maltrato al arbolado urbano. En ocasiones, se trata del talado injustificado de ciertos árboles y, en la mayoría de los casos, de podas salvajes. Este tipo de podas que dejan a los árboles completamente desmochados las estamos observando desde hace varias semanas en nuestra ciudad. No recordamos una campaña tan amplia y cruel de podas salvajes en Ceuta dejando a su paso un panorama desolador. Son cientos los árboles que han sido mutilados dejándolos sin ramas ni hojas y con los cortes limpios sin tratar. Por desgracia, los árboles son tratados como meros elementos del mobiliario urbano y no como unos seres vivos que nos aportan importantes beneficios ambientales y estéticos. Bien es sabido, aunque parece que nuestras autoridades lo ignoran, que los árboles cumplen una importante misión como moderadores de la temperatura en nuestras calles y parques. En un contexto de incremento progresivo de la temperatura media debido al cambio global, no tiene ningún sentido eliminar o desfigurar los árboles que dan sombra y refrescan el ambiente. Pasear por un bulevar plagado de árboles es muy distinto que hacerlo por un erial en el que, en vez de árboles, nos encontramos con un dantesco paisaje de muñones. Los árboles, como el resto de seres vivos, tienen su dignidad y, por tanto, merecen nuestro respeto. Algunos tienen muchos años de antigüedad y forman parte del recuerdo de muchas generaciones de ceutíes. Hemos crecido entre ellos, jugado escondiéndonos detrás de su tronco, robado algunas hojas para alimentar a los gusanos de seda o disfrutado de su sombra mientras esperábamos el autobús. No son simples objetos a los que podemos talar o cortar sus ramas hasta hacerlos irreconocibles. Los árboles contribuyen a la eliminación de los contaminantes presente en el aire y desempeñan un papel crucial en la mitigación del cambio climático debido a su capacidad para absorber el CO2 de la atmósfera a través del proceso de fotosíntesis. Durante este proceso, los árboles absorben CO2 y liberan oxígeno, lo que los convierte en sumideros naturales de carbono. Es cierto que plantar árboles no es la solución definitiva para mitigar el cambio climático, pero es una contribución que no podemos despreciar. El incremento de la temperatura media del planeta es un hecho innegable que todo el planeta está percibiendo y experimentando sus consecuencias. No dejamos de batir todos los records de temperatura media mensual y anual y las lluvias cada vez escasean más. Las restricciones en el consumo de agua potable se han impuesto en dos de las comunidades autónomas más pobladas de España: Andalucía y Cataluña. Tanto es así que se han activado mecanismos inéditos en las mencionadas regiones españolas, como el suministro de agua por barco o el trasvase de agua entre distintas cuencas hidrográficas. El papel crucial que desempeña el arbolado urbano es aún más extenso.  Los árboles fijan y crean suelo fértil, además de retener la humedad y facilitar su circulación. Por si fuera poco, los árboles son el refugio natural de las aves. Si desaparecen los árboles o éstos sufren podas abusivas también desciende el número y la variedad de aves en nuestras ciudades. Según SEO-Birdlife, “las aves por si mismas son parte de nuestro Patrimonio Natural y una pieza clave en el mantenimiento de todos los ecosistemas donde viven. Pero, además, proporcionan a la sociedad un conjunto de beneficios o servicios que se pueden agruparse en cuatro tipos fundamentales: servicios de regulación, servicios culturales, servicios de apoyo y servicios de aprovisionamiento”. Así, las aves regulan diversos procesos ecológicos contribuyen a la dispersión de semillas, ayudan al control biológicos de plagas, como las golondrinas y los vencejos que consumen millones de moscas y mosquitos, evitando que supongan un problema de salubridad y que nos piquen. También se ha descubierto que las aves marinas están ayudando a mitigar el calentamiento del Ártico gracias al amónico que desprenden las toneladas de guano que depositan estas aves durante la migración y anidación.  Más conocida es la función de las aves como agente polinizador, junto a las abejas y los murciélagos. Se estima, según los datos hechos públicos por SEO-Birdlife, que estas especies polinizadoras “inciden en el 35 % de la producción agrícola mundial, elevando la producción de alrededor del 75% de los principales cultivos alimentarios de todo el mundo”. Más allá de las importantes funciones ecológicas que desempeñan los árboles y las aves, ambos nos prestan unos beneficios inmateriales de enorme importancia y trascendencia. Vivimos en un paisaje urbano dominado por el cemento, el hormigón, el asfalto o el duro y frío granito. Nuestro entorno se ha vuelto ingrato y desalmado ante la ausencia o escasez de la presencia de la naturaleza, lo que afecta de manera importante en nuestro estado de ánimo. Cada vez hay más estudios que demuestran de manera empírica que la observación de la naturaleza incide de forma positiva en nuestra salud física y psíquica. Aunque lo percibamos de manera consciente, en Ceuta estamos expuestos a altos niveles de contaminación acústica. Muchos recordarán que durante los días de la reclusión domiciliaria por motivo de la COVID-19, fuimos capaces de nuevo de escuchar el canto de las aves aliviando nuestra inquietud. Los seres vivos que comparten el entorno urbano, principalmente los árboles y las aves, permiten vivir experiencias gratificantes y sentir que la vida permea la ciudad. El sentimiento de amor a la naturaleza se adquiere en el hogar y en la escuela. Entre las actividades que estoy haciendo con mis alumno/as de patrimonio he incluido el reconocimiento de plantas y árboles existentes en el entorno de nuestro instituto. Cuál fue nuestra desagradable sorpresa cuando al visitar el bulevar de la avenida del Ejército Español nos encontramos con todos los plátanos de sombra mutilados tras una agresiva poda. Lo que pudo ser una experiencia enriquecedora acabó en un sentimiento compartido de indignación y rabia por el maltrato que la Ciudad Autónoma ejerce contra el arbolado urbano. Más cerca de mi casa, en el centro de la ciudad, un compañero y amigo de exploraciones ornitológicas, llamó nuestra atención por las podas practicadas en los árboles cercanos al edificio de la Tesorería de la Seguridad Social, donde se refugiaban muchos gorriones. La motosierra de Atila -término utilizado por nuestros compañeros de Ecologistas en Acción de Extremadura para su campaña para llamar la atención sobre el maltrato a los árboles urbanos-, está haciendo estragos por toda Ceuta. A su paso, como el célebre rey de los Hunos, no crece una rama. El daño provocado está siendo de proporciones bárbaras, sin que los responsables políticos de la Ciudad sientan el más mínimo cargo de conciencia ni propósito de enmienda. Después de tantos años denunciando el maltrato al arbolado urbano resulta evidente que este gobierno carece de sensibilidad ambiental. Los árboles son considerados un estorbo y unos objetos inanimados que se pueden talar o mutilar sin miramientos.  Por desgracia, a los árboles se les asocian con problemas vecinales y un alto coste económico de mantenimiento. Por este motivo, se les somete a podas abusivas para reducir el tiempo que requieren unos cuidados permanentes y selectivos. Es como si para ahorrar tiempo y dinero todos nos rapamos el pelo al cero para no tener que acudir al peluquero un par de veces al año, como mucho. El problema es que sin ramas ni hojas -más allá del período natural de su renovación- los árboles no pueden realizar la fotosíntesis y, por tanto, se debilitan y mueren. Muchos de los problemas que provocan algunos árboles a los vecinos se debe a la errónea elección de las especies que forman parte de nuestro arbolado urbano. No tiene mucho sentido plantar árboles de elevado crecimiento a pocos centímetros de la fachada de un edificio, ya que impedirá la visión de los inquilinos desde las ventanas de sus casas. En otras ocasiones, se eligen árboles que generan raíces superficiales que terminan levantando las aceras o afectando las conducciones de electricidad, comunicaciones, agua y saneamiento. Todos estos problemas se solucionarían si se contara con el criterio de técnicos solventes en materia de arbolado urbano y, sobre todo, con la firme voluntad del gobierno de la Ciudad Autónoma de Ceuta de velar por nuestros árboles y respetar su dignidad. El maltrato al arbolado es un episodio más de la política del espectáculo en el que estamos inmersos desde hace mucho tiempo. De manera sincrónica al talado de árboles por simple capricho o su poda salvaje asistimos perplejos al despilfarro en plantas ornamentales para decorar un escenario tan ficticio como excesivamente costoso en tiempo y en dinero. Más valdría formar a la legión de empleados municipales que se afanan en sustituir las plantas en el cuidado y tratamiento de nuestros árboles.

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