Algunos por obligación. Otros, quiero pensar que la mayoría, por convicción. Hoy toca teñir el mundo, el país, la ciudad y las ideas de morado, color con el que se identifica la lucha por la igualdad entre mujeres y hombres. Color con el que se visibiliza y se pone en escena la repulsa hacia cualquier tipo de desigualdad entre unas y otros.
Hoy toca expresar, por activa y por pasiva, nuestro NO más rotundo a los malos tratos que algunos energúmenos (evidentemente no deben ser considerados hombres) se empeñan en perpetuar hacia las mujeres que los soportan, en la inmensa mayoría de los casos, por miedo.
Pero lo mejor, lo ideal, sería reivindicarlo siempre, explícita e implícitamente. No sólo porque toca.
No sólo ante los focos. Porque así no progresaremos. Si sólo mostramos nuestra repulsa a los malos tratos el 25 de noviembre o nuestro compromiso con la igualdad el 8 de marzo no cambiaremos las cosas.
¿Y mañana qué? ¿Todo seguirá igual? ¿Continuarán aplaudiéndose en petit comité algunas actitudes y comentarios machistas? ¿Seguirá haciéndose oídos sordos y mirándose para otro lado?
Lo que es reprobable, lo es hoy y siempre.
Es una lástima que muchas veces ese color morado se despinte.
Se destiña.
Es una lástima que haya quienes se acuerden de las víctimas de malos tratos sólo cuando son asesinadas. O sólo el 25 de noviembre.
Cuando antes de llegar a ese trágico desenlace de muertes anunciadas, han existido episodios que debieron hacer saltar todas las alarmas.
Continúa siendo necesaria una mayor implicación social.
Hay que aumentar la coordinación entre todos los agentes implicados en la lucha.
Más formación, porque la ignorancia en este área impide actuaciones acordes a la magnitud del problema.
Más compromiso por parte de los gobiernos, lo que suele demostrarse también mediante el volumen de la inversión que se realiza y que no está precisamente ahora en su mejor momento (resulta paradójico e irrespetuoso incluso con las víctimas, que quienes tienen competencias para dotar de más recursos la lucha por la igualdad, y que debe ser compartida por todos, callan y agachan la cabeza ante los recortes) .
Contra la violencia de género hay que luchar a diario.
Al igual que contra todas las desigualdades.
Y para eso, hay una receta que nunca falla y que no tiene coste económico alguno que recomiendo a todos en general y a quienes nos gobiernan en particular: LA EMPATÍA.
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