Tuve algún breve contacto con Montoro allá por los últimos años del pasado siglo, cuando él era Secretario de Estado de Economía y yo Senador. Quizás me recuerde mejor si asistió a la reunión de la Junta Directiva Nacional del Partido Popular celebrada en diciembre de 1999, como aquel senador ceutí que pidió la palabra y salió a la tribuna para criticar determinados aspectos del proyecto de Ley de Extranjería que se estaba debatiendo por esas fechas y también para despedirse de todos los integrantes del máximo órgano de gobierno del PP entre Convenciones, pues había decidido no volver a presentarme como candidato en las por aquel entonces próximas elecciones generales, estando ya en edad de jubilarme y cansado de tanto viaje.
Cristóbal Montoro, nacido en el seno de una modestísima familia jiennense que se trasladó a Madrid en busca de mejor fortuna, logró cumplir los deseos de su padre, decidido a realizar cuantos sacrificios fuesen necesarios para que sus dos hijos estudiasen. Se licenció en Ciencias Económicas y posteriormente obtuvo el doctorado en la Universidad Autónoma de Madrid. Catedrático de Hacienda Pública en situación de servicios especiales, fue nombrado Ministro de Hacienda y de las Administraciones Públicas (hoy Función Pública) en diciembre del año 2011, formando parte del primer gobierno de Mariano Rajoy. Desde entonces desempeña dicho cargo.
Llegó al gobierno en un momento en el que todo el Estado estaba “a pique de irse a pique”, como un buque al que se le ha abierto una enorme brecha bajo la línea de flotación, provocada no solamente por la profunda crisis cuya existencia se obcecó en negar Zapatero, sino también por el derroche que imperaba en distintas administraciones públicas, empezando por el propio gobierno central y siguiendo por autonomías y ayuntamientos varios.
Como afirman quienes conocen su ideología, Montoro es un liberal moderado con un alto sentido de lo social (no olvidemos sus orígenes), que se vio obligado a llevar a cabo una dolorosa política de subida de impuestos. Era absolutamente necesario terminar con el crecimiento galopante del déficit público anual (más gastos que ingresos) y, a la vez, estabilizar la economía de la nación, sumida en un desempleo galopante. Lo exigían las circunstancias y lo exigía también la propia Unión Europea, pues en materia económica los países que la integran le tienen cedida parte de su soberanía. Y así se ha ido llevando a cabo un plan de reducción del gasto público y de mayor esfuerzo contributivo, al cual hemos ido aportando nuestra cuota parte todos los españoles, y de modo especial la sufrida clase media.
Se ha creado una falsa imagen de Montoro, pintándolo como una especie de Conde Drácula redivivo, que se regodea sacándonos la sangre –en este caso, los euros- a los españolitos de a pié, valiéndose de oscuras artimañas Nada más alejado de la realidad. En los países democráticos no hay un solo político que prefiera subir los impuestos en lugar de bajarlos. Han sido las calamitosas circunstancias y las consiguientes directrices de la UE, y no la voluntad del gobierno, las que han forzado a tomar medidas tan impopulares como imprescindibles.
Ahora, cuando quizás no sea aún tiempo, Ciudadanos quiere apuntarse el tanto de arrancar una rebaja en el IRPF, a la vez que, de modo contradictorio, pide un mayor gasto al gobierno. Si eso fuese factible, es obvio que lo haría con mucho gusto el propio Montoro, sin necesidad alguna de que se lo exigiesen. Estamos, quizás, al borde del año en que podrá decirse, con pleno fundamento, que la crisis ha pasado, que la vía de agua bajo la línea de flotación se ha cerrado, pero como hoy por hoy quedan rendijas por tapar, no parece éste el momento más adecuado para echar las campanas al vuelo. Si para aprobar el techo de gasto es necesario llegar a un acuerdo con el partido de Rivera, ambas partes tendrán que considerar seriamente cómo puede realizarse una reducción impositiva, así como qué gastos tendrían que suprimirse para lograr el tan necesario equilibrio. Y no volvamos a apretar las clavijas en materia de seguridad, defensa, justicia, educación o sanidad, cuyas partidas presupuestarias están ya reducidas al límite admisible, y quizás a menos.
No, Montoro no es ese monstruo que muchos quieren pintarnos. Es lógico que se le critique desde los medios informativos adictos a la izquierda, pero ya hasta el ABC se dedica a darle caña, y no digo nada del nivel de zarandeo al que lo someten muchos tertulianos de la COPE. Hace unos días, en 13TV, se debatía acerca de las actividades de la sociedad que fundó y de la cual no es socio desde 2008, y aunque, curiosamente, salió en su defensa Cristina Alberdi. exministra de Felipe González, fue muy criticado por un periodista de ABC. Hasta en los últimos bastiones de lo que no es izquierda se está denigrando a una persona esencialmente buena, afable, correcta, inteligente, honrada y sencilla, que podrá equivocarse –“errare Humanum est”- pero que es un verdadero servidor del Estado, un patriota que asumió el papel de malo de la película, a sabiendas del desgaste que ello comportaba, solamente por hacer lo que, siendo absolutamente necesario para sacarnos adelante, se nos pedía además desde Bruselas. Claro que quisiera bajar los impuestos, como el gobierno en pleno de Rajoy y el partido que lo sustenta. Pero cuando la ocasión así lo propicie, sin precipitarse.
Para mayor inri, la sentencia del Tribunal Constitucional anulatoria de la amnistía fiscal ha servido de base para reprobar a Montoro. El segundo ministro que sufre ese desdoro por parte de una oposición dispuesta a aprovechar la actual debilidad del partido del gobierno en el Congreso de los Diputados para pasárselo en grande, martirizándolo Todos contra el PP, lleven o no lleven razón, Y no digamos nada de las redes sociales, dominadas por los de siempre.
Escribo todo lo anterior a sabiendas, también, del coste que puede conllevar, porque creo que Montoro merece tener, como mínimo, además del apoyo de Rajoy -y el sorprendente de Cristina Alberdi- otro valedor más, dispuesto a romper una lanza en su favor. Qué menos para un ministro que no ha dudado en arriesgar su prestigio y su buena fama personal adoptando medidas impopulares, las cuales –qué casualidad- junto con la también denostada reforma laboral, han constituido los pilares sobre los que se está basando la recuperación de la economía nacional, la de España y los españoles en general, todo ello con la nota más alta, como reconocen los “hombres de negro” de la propia UE, y sirviendo de ejemplo para otros países. Da igual; como criticar a Montoro puede dar votos entre personas mal informadas (muchas, dada la deficiente capacidad de comunicación del gobierno y de su partido), pues se le critica, y santas pascuas.
Menos mal que, al parecer, Cristiano Ronaldo se queda en el Real Madrid, porque de lo contrario, lo único que le faltaba a nuestro apreciado Ministro de Hacienda sería que los fans de CR7 gritasen a coro, desde las gradas del Bernabeu, “¡Montoro, dimisión!”
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