Momentos de luz

Es increíble la fortaleza del ser humano. Los musulmanes nos encontramos en un momento especial, en el mes sagrado de Ramadán. Aunque a mucha gente le parezca, desde fuera e incluso desde dentro, que es fiesta, "la fiesta de los musulmanes", en parte no es así. Pues es un momento, de todo un mes, en el que Dios, obligando el ayuno para el ser humano que se somete a ÉL, conocido como "muslim" en árabe, con esta obligación y pilar fundamental, Dios recuerda al ser humano su gran capacidad para el cambio, para la evolución a mejor, que debe llevar a cabo siempre el humano en el transcurso de su vida, por lo contrario, reducimos las diferencias que tenemos con los animales.

La existencia del ser humano, así lo ha reflejado durante la historia. Así ha sido y así será.

Aunque hablando del presente, de nuestros tiempos y más de nuestra tierra.

Aprovechemos que este sagrado mes de Ramadán de los musulmanes, haya coincidido con la semana Santa de los cristianos. Aprovechemos pues, para darnos la mano como lo hemos hecho siempre, aunque muchas veces nos hagan creer lo contrario.

Musulmanes, cristianos, nuestros vecinos de otros credos y los que no se consideran de ninguno, pues nos une lo que más importa, ser humanos.

Hoy tanto el cristiano que intenta mejorar en sus actos en esta semana, que sea una luz para él durante todo el año.

Y el musulmán ceutí, debe recordar que el Ramadán, es un entreno para el resto del año, y el resto de su vida. No es un mes para, solo perder peso comiendo menos. Debe darse cuenta que su capacidad para pasar hambre y privarse de ciertos placeres, sometiéndose así a una orden de Dios, es una indirecta de que él puede, puede hacer más de lo que ya hace, una fortaleza de la que él mismo, en otros días del año la ve como imposible, y este mes, viene como una bendición para recordarnos que sí, es posible, que podemos ser mucho mejores. Que podemos dejar esos malos hábitos, incluso cambiarlos por otros buenos. Reconciliarnos con aquel que no hablamos, perdonar, sobre todo perdonar, perdonándonos así a nosotros mismos. Pues todo bien que hace uno, en verdad, se lo hace a si mismo.

Hoy el ceutí, tanto hombre como mujer, jovenes, niños y niñas, deben obligarse a dar el paso para el cambio, a evolucionar. Pasar a un siguiente nivel. Y mucha gente se preguntará, ¿evolucionar en qué? ¿ser mejor en qué?.

En principio, a ser mejores con nosotros mismos, a cuidarnos más, a nuestra mente y cuerpo, saber lo que hacemos, reflexionar sobre nuestra forma de vida, ¿acaso es un bien lo que hacemos durante el año?, ¿mi día a día, es un ejemplo para los demás?, ¿beneficio en algo a alguien?...

Ahí lo tenemos, comenzando con mejorarnos a nosotros mismos, mejoraremos nuestro entorno, tanto a nivel físico, espiritual, como profesional, pues siempre van de la mano estas tres últimas, si cae una, flaquearán las otras.

Ser mejores con nosotros mismos y ser mejores con quién nos rodea, los hijos con sus padres, y los padres con sus hijos, los alumnos con los profesores y los profesores con sus alumnos. Con nuestros vecinos, familiares, amigos, conocidos, compañeros de trabajo. Incluso la calle que pisamos, los animales que nos cruzamos, y un infinito etcétera.

Si queremos el bien y algo mejor.

Seamos ese bien y esa mejora.

El cambio siempre tiene cabida y el humano siempre debe darlo primero.