Hoy es unos de mis clásicos momentos de reflexión.
Donde pienso en todo lo que tengo en estos instantes.
Lo que he ganado y lo que he perdido.
Aunque sea muy fuerte todo lo que me haya ocurrido, el balance siempre será positivo.
Con mis pómulos llenos de lágrimas por sentir la pérdida de una bellísima persona.
Mi rostro da con la solución del día.
Una sonrisa que hace sentir al del al lado que seguimos nuestra senda.
Esa tan difícil y que nos hace agotarnos tantas veces.
De desfallecer y dejarnos tirados en la cama.
Pero hijo mío nada de esto es para siempre.
El mundo nos está mirando.
Nosotros debemos de volver a la normalidad.
Aunque nos cueste es un punto y a parte.
Y debemos de seguir esa senda.
Ese carril de nuestra vida.
No vale pensar.
No vale decir.
Vale solo actuar hacia un futuro que aunque no lo veamos, está muy cerca cada día.
Mi amor es la vida.
Mis defectos son ese cementerio tan vacío de vida pero tan lleno de almas doloridas.
Dejas recuerdos.
Dejas sensaciones.
Pero lo que no dejas es tu presencia.
Ya nos veremos en el más allá.
Más solo te pido que aguantes muchos días antes de abrazarnos otra vez.
Una pluma vi al caminar.
Me sentí libre en el aire.
Y pensé por unos instantes: ¿Cómo fue la perdida de la misma?
Tan bello me encontraba.
Tan feliz de poseerla que una tan sensible pérdida era como decirme te has herido.
Esa cicatriz quedará para el resto. Pero lo que nadie sabrá cuan bella era ella. Solo lo podremos tener en nuestra retina y pensamientos nosotros.
Quien se lo encontró en su camino pensó en una lucha despiadada, en un golpe al caer, pero nadie lo sabrá mejor que el que la perdió.
Ni las brujas intentan hacer esas pócimas tan beneficiosas para unos, como tan letales para otros.
Y es que la vida no tiene un solo sentido.
Tiene todos los que nosotros pensemos.
Pero lo principal es mirar para adelante.
No vacilar y encontrar las mejores soluciones.
Ni el más anciano puede decir lo mejor que debemos hacer.
Su experiencia nos valdrá para conducirnos hacia un momento un poco mejor.
Pero siempre estará la interrogante.
Ese miedo escénico que nos dice: ¡Ten cuidado! ! No hagas eso!
¡Ay mi vida!
¿Que sería sin las dudas?
Y así acabe con mi pluma.
Será bonita o fea.
Solo debo preguntar por: ¿Cómo has pasado estos instantes de lectura?
¿Te ha venido bien?
Yo creo que sí.
La duda me la llevaré.
Pero el momento de darte la vara no me la ha quitado nadie.