Opinión

Modestia cósmica

Llevando a cabo diferentes lecturas me topé con un concepto que desconocía. Se trata de la “Modestia cósmica”, el cual fue acuñado por Abraham Loeb en el contexto de la Astrofísica y que viene a decir lo siguiente: Hay muchas razones para ser modestos respecto al planteamiento de ser los únicos en el Universo.

Y esta misma modestia, la cual nos falta como sociedad, la traslado al ombliguismo que vivimos en nuestra cómoda pecera occidental, donde hemos llegado a un grado de insensibilidad que raya lo patológico. Me refiero concretamente al goteo incesante de desapariciones, provocadas por las desesperadas salidas en pateras, y apariciones de cadáveres en las aguas de Ceuta, que parecen vivirse de una manera natural y normal; como si eso formara parte de una realidad cotidiana que ya no sorprende y el problema fuera de un “otro” desnaturalizado y deshumanizado. Parece que a medida que nos convertimos en una sociedad más compleja e instrumentalizada por un discurso rápido, donde predomina el eslogan cargado de emocionalidad, más nos hundimos en un género de barbarie.

Las trágicas desapariciones de vecinos de las localidades marroquíes cercanas,chicos jóvenes la mayoría, y la aparición en las últimas semanas de cuerpos sin vida en las playas deberían, por lo menos, tener una respuesta política algo más contundente; pero no solo a nivel local, sino también a nivel estatal. No me parece lógico que el marco del discurso de nuestros representantes no entre más de lleno en estas cuestiones para presentarlas en el panorama actual. Creo que la expresión de estos hechos tan desgarradores, que nos afectan directamente como sociedad global, a través de un alegato sereno y humanista, marcaría una línea ética y moral alternativa necesaria para comenzar a revisar las inclinaciones y discursos sobre este tema que se presentan en los lógicos debates de la ciudadanía.

Dicho esto, me remito a las afirmaciones que se pueden oír en diferentes coloquios o discusiones de “barra de bar”, donde la cuestión se despacha a partir de conclusiones simples y “de ocasión”, y que están auspiciadas y provocadas por un contexto y auditorio que se inclina por una opinión-relato predominante, donde se permiten tales aseveraciones. Para ser concreto: “Que se vayan a su puto país”, “Habría que electrificar la vaya”…etc., comentarios que forman parte de un clima concreto y provocados por la alta respuesta emocional.

Por desgracia, estas barbaridades que se expresan, con una tranquilidad y falta de sensibilidad que a mí me resultan preocupantes, tienen que ver con esa aceptación general del auditorio, donde estas calamidades tienen otro significado y no resultan tan chocantes.

"Por desgracia, estas barbaridades que se expresan, con una tranquilidad y falta de sensibilidad que a mí me resultan preocupantes, tienen que ver con esa aceptación general del auditorio"

Me inquietan porque a pesar del tiempo y la supuesta superioridad moral de nuestras sociedades afincadas en pleno siglo XXI, esto clarifica la falta de un trabajo de modificación del marco contextual que permita que dentelladas verbales como las citadas no tengan todavía una respuesta directa de rechazo. Y claro, algunos remitirán entonces a la libertad de expresión sin saber que ésta también se ajusta a unos límites legales y constitucionales concretos.

Por supuesto que esto no implica tener una visión única y monolítica sobre el fenómeno migratorio; de lo que se trata es de ser capaz de transmitir las diferencias de opinión sin tener que pasar por ese discurso empapado en odio y belicismo barato, que solo nos puede empujar a la rabia y a soluciones peregrinas. En más de una ocasión, cuando se discute este tema, siempre aparece ese argumento tan recurrente que parece zanjarlo todo: “Pues llévatelos a tu casa”. Volviendo así a esa falta de rigurosidad y seriedad, porque tampoco esta sería la solución.

La cuestión fundamental en este caso, y volviendo al término con el que comienzo mi discurso, es la falta de modestia que presentamos como grupo social. Tenemos que reconocernos como incapaces de entender una problemática tan compleja como las migraciones y dejarnos asesorar por las múltiples visiones y explicaciones sobre un fenómeno tan enrevesado y multicausal, pero tan universal. Ser modestos para escuchar los cuantiosos relatos de los que lo han vivido en primera persona, y comprender que necesitamos las mismas cosas para vivir. Y, por supuesto, debemos trabajar la modestia para echar la vista atrás, rebuscar en nuestras historias personales y familiares para encontrar episodios muy similares a los que se critican con pugna y beligerancia.

En definitiva, aceptar la modestia cósmica para recobrar y restablecer un nuevo contexto discursivo, donde predomine la empatía en una sociedad cada vez más empachada de consumo y con una grave falta de reconocimiento ante el que muere por querer mejorar su vida.

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