Opinión

La Mochila de todos los difuntos

Este año los difuntos se quedan sin Mochila. Una de las tradiciones más importantes y con más arraigo de la ciudad se quedará solapada por el calendario.

No podremos montar la tienda de campaña, pasar una noche en los montes, disfrutar de los frutos secos y reunirnos, con tiempo de sobra, para celebrar una fiesta que alegra a nuestros deudos pues los recordamos sin el dolor, sin el peso de la pérdida, sin la tristeza del olvido.

Combinar una fiesta religiosa con otra popular es una reconciliación entre el pueblo y la religión. Un matrimonio de solidaridad y respeto.

El calendario marca que el 1 de noviembre sea festivo en toda la nación. Saldremos el martes de los institutos y colegios, de los trabajos y de las obligaciones laborales sin darnos tiempo a organizar esa Mochila que durará nada, pues ya no existe. Los muertos van antes que los vivos y el cementerio de Santa Catalina nos esperará con sus mejores galas: lapidas limpias, escaleras para los que viven más arriba, flores frescas que se quejarán a las usurpadores flores de plástico que huelen a goma y a tienda de la Lili.

El Ayuntamiento habrá puesto los parches de todos los años para disimular el abandono del camposanto dejado de la mano de Dios los 364 días del año.

¿La Mochila o los deudos? ¿Celebrar la tierra o celebrar el cielo? ¿La oración o las canciones populares?

Y... ¿Por qué no las dos? ¿No hay alguna fiesta local que pueda ser sustituida por esta Mochila que agoniza acosada por el Halloween venido para solapar nuestra idiosincrasia?

En mi Centro todo se viste de ese terror del cine de Hollywood que tanto gusta al mundo. Es otra especie de Coca-Cola y palomitas que nos zampamos mientras damos brincos cada vez que un susto nos hace saltar de la butaca. Otro triunfo de los Estados Unidos sobre la Ceuta milenaria.

Los coles, guarderías, pasacalles, institutos, tiendas y, tal vez algún despacho del consistorio se llenarán de Los disfraces variados y terroríficos: esqueletos, zombies, fantasmas, brujas o la muerte con una hoz apuntándote al cogote.

No faltarán las calabazas, su color naranja evoca energía, creatividad y entusiasmo. Se relaciona con la estimulación mental y la interacción social. Transmite calidez, alegría, optimismo y confianza.

¿Y si pintamos nuestra Mochila de calabaza? ¿Y si en el calendario dibujamos ese petate al hombro lleno de frutos secos, productos típicos, cantimploras, mochilas, bocatas de las balsas y una docena de voladores? ¿Y si empezamos a querernos de una santa vez sin vender al mejor postor nuestro folclore?

En fin. Nos toca enterrar la Mochila en cualquier nicho abandonado e ir a rezarle el primero de noviembre.

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