Un amplio colectivo de entidades sociales relacionadas y/o vinculadas con la educación están impulsando la gestación en nuestro país de una gran “Misión Educativa”. Quienes realizamos esta propuesta, estamos convencidos que cualquier avance en esta dirección contribuirá significativamente al progreso educativo. Las razones de este convencimiento son muy claras y podemos expresarlas de un modo que resulta familiar a muchos educadores y educadoras. Del mismo modo que para educar a un niño o una niña hace falta toda una tribu, para crear situaciones de aprendizaje en entornos inclusivos es necesario todo un sistema educativo orientado al logro de una misión. Es decir, un sistema conectado en todas sus instancias de decisión y en sintonía con su entorno
A nuestro juicio, nuestro sistema educativo sigue careciendo de puntos de encuentro en el desarrollo de sus leyes y normativas. Debe iniciar una nueva fase en la que los agentes educativos debemos encontrar una visión compartida que facilite la comunicación y el entendimiento. En definitiva, un espacio de ideas que nos permita coordinar nuestras acciones y colaborar en el logro de los mismos fines.
Las denominadas misiones son el puente que conecta los grandes desafíos sociales, económicos o educativos con proyectos concretos que definen y desarrollan las diferentes instituciones Una Misión es, ante todo, una identidad de propósito que orienta la búsqueda de soluciones compartidas. No se trata, en ningún caso, de aplicar ninguna solución predefinida a un problema conocido. De hecho, cuando se inicia una misión suele ocurrir que ni el problema es claro (podemos debatirlo juntos), ni las soluciones están disponibles-
Nuestro país se enfrenta al reto de construir una sociedad justa, inclusiva y sostenible. Y para ello es preciso fortalecer y consolidar el discurso democrático en la educación. Ese reto es el que debe enfocar la Misión Educativa que estamos trabajando.
En el contexto general de una misión, cada agente educativo debe diseñar y desarrollar sus propios proyectos, reconociendo, eso sí, el compromiso compartido. Las administraciones públicas, definirán sus marcos normativos y presupuestarios, los servicios educativos sus propios planes de actuación, las empresas editoriales avanzarán en la creación de nuevos recursos y servicios, los propios centros educativos tendrán que hacer un uso eficaz de las competencias que tienen atribuidas, las familias darán forma a los compromisos en cada uno de los centros y finalmente, el profesorado ampliará y reforzará sus propias competencias profesionales.
"Nadie está excluido de esta Misión en la medida en que todos somos conscientes del interés común: lograr un marco para el ejercicio efectivo del derecho universal a la educación"
Nadie está excluido de esta Misión en la medida en que todos somos conscientes del interés común: lograr un marco para el ejercicio efectivo del derecho universal a la educación.
Por último, a la hora de identificar el eje de la Misión común, conviene recordar que la universalización supuso acoger en el sistema educativo a muchos sujetos que no estaban siendo atendidos (niños y niñas con graves deficiencias), o mantener en el sistema educativo a sujetos que, por su edad, deberían abandonarlo (niños y niñas mayores de 16 años de edad). En cualquier caso, lo cierto es que esos cambios cuantitativos van a entrañar profundos cambios cualitativos que nos obligan a reconsiderar profundamente lo que significa para cada sujeto el derecho a la educación y a revisar sus condiciones de escolarización.
Lo que ahora sabemos es que es preciso redefinir el modelo de escuela partiendo de que no todos educan igual, y que no todas las personas son educables en los mismos términos. Buscamos comprender y valorar la relación correcta entre las condiciones de educatividad, que ofrece una escuela, y las características de educabilidad que presentan los sujetos.