Cuando Laarbi formó su familia nunca pensó que terminaría así. Intranquilo cada noche con miedo a que la vivienda caiga sobre él, su mujer y sus dos hijas. Avergonzado por ver obligada a su familia a vivir como animales tirando por la ventana sus necesidades. Cabizbajo por vivir de la comida que amigos y familiares les facilitan cada semana. Desesperado por buscar una casa de alquiler cuyo precio pueda afrontar.
En el barrio del Morro, concretamente en la calle Francisco Ribalta, una vistosa fachada que parece la más antigua de la zona, guarda tras de sí, este drama familiar.
Laarbi Abdel Lah nació en Ceuta. “Que se sepa, porque quiero saber por qué no me ayudan a mí y a los que vienen de fuera sí, no hay derecho”. Es pensionista. Posee una invalidez alta, del 75 por ciento, “aunque puedo realizar trabajos como vigilante de seguridad, repartidor o cualquier otra cosa que no implique realizar cargas”. Vive de alquiler en una casa que les cuesta 450 euros. Él paga la mitad. El resto de ayuda para cumplir con el arrendatario viene de Asuntos Sociales, que ha decretado que ante la negativa del propietario de arreglar la vivienda, es una “casa inhabitable y debemos irnos. Aquí está el problema, los alquileres sobrepasan los 600 euros y no puedo permitírmelo”, explica mientras señala al techo del salón. Sobre él una balsa de agua. Teme que cualquier día eche abajo el techo. “Pero no nos vamos a ir a la calle. No tenemos donde ir y aquí al menos estamos bajo techo.
Su paga es de 339 euros. Dedica 207 al pago del alquiler y “otros 243 los que Servicios Sociales nos da para ayudarnos con la vivienda”. Le quedan un total de 132 euros al mes para sacar adelante a su familia. “No puedo dedicar ese dinero a un alquiler porque entonces ya no podríamos vivir”.
El techo del salón es sólo una de las partes por las que se ha calificado a la vivienda como inabitable. El resto es una interminable lista de chapuzas. “La cocina también está llena de filtraciones y resbala el agua por las paredes, el baño no funciona y nos vemos obligados a hacer nuestras necesidades en bolsas que tiramos por la ventana...”.
Bajo su terraza, cerrada con una mampara, uno de los acantilados que cae a la carretera nueva que separa las viviendas de la plaza del Chorillo. Decenas de bolsas se acumulan contribuyendo a la suciedad de un vertedero ilegal. “No tenemos más remedio. El olor es insoportable y mediante bolsas o cubos nos deshacemos de ello”.
Las niñas asienten. Tienen 12 y 7 años y saben que sus padres están preocupados. “No saldremos de aquí hasta que no encontremos un alquiler por 450 euros como máximo porque no nos podemos permitir más. Sólo por eso. No pedimos una casa gratis, sólo que nos dejen como estamos que sobrevivimos, pero no podemos hacer más esfuerzos, pero tampoco nos rendiremos”.