Ofrece en sus novelas “una visión muy cruda de la realidad, pero sin resignación”. Para escribir hay que enfrentarse a “tu propia incapacidad”.
La Feria del Libro ha traído a nuestra ciudad al último Premio Nadal. Víctor del Árbol, autor de ‘La víspera de casi todo’ presentó ayer su novela en Ceuta, a la que ha viajado por primera vez y donde ha descubierto una ciudad muy distinta a la imagen que habitualmente proyectan los medios de comunicación nacionales.
–¿Ha demostrado que es posible ganarse la vida como escritor?
–Como todos los sueños, si se viven con pasión, al final... No siempre pasa. Yo llevo escribiendo desde que era un crío. Llevo publicando diez años. Es un camino difícil, que requiera pasión, voluntad.
–¿En qué momento un mosso d’Esquadra decide dejarlo todo y ponerse a escribir?
–Yo distingo entre lo que es la vocación y lo que son las circunstancias. En la vida hacemos muchas cosas que se nos pueden dar bien, pero que no nos llenan por dentro. Yo he trabajado 20 años en la Policía. Es una experiencia de vida brutal. Entré con 23 años, pero nunca he dejado de escribir. Siempre ha sido mi pasión. Cuando la pasión y las circunstancias entran en contradicción, la decisión está tomada.
–Veinte años como policía marcan ¿Como se notan en su obra?
–Yo creo que se notan en el alma de la novela, en todas mis novelas. Me han dicho muchas veces que soy escritor de novela negra. No estoy de acuerdo. No tiene los items que requiere el género, pero sí es cierto que hay algo muy negro en mis novelas, que es el alma, es el tratamiento del dolor, esa visión del mundo como lucha, como que tenemos todos una parte oscura que tarde o temprano tenemos que afrontar. Yo lo aprendí en la Policía, del mismo modo que aprendí qué significa la justicia, qué significa la ley, que no siempre significan lo mismo.
–A la hora de elegir los títulos de sus obras aparecen palabras como ‘muertos’, ‘abismo’, ‘samurai’, ‘herida’, ‘gotas’ (se entiende que de sangre). Es un poco trágico.
–El punto de partida de mis novelas es el sentimiento dramático de la vida más que trágico. Trágico implica un condicionamiento de predestinación que no existe. Es un punto de partida dramático porque siempre parten del dolor. La cuestión es que no te puedes resignar. Puedes caer en el abismo, en la tristeza, en la herida... en todo lo que tú quieras, pero te tienes que levantar.
–¿Ése es el mensaje de sus novelas? ¿Que siempre hay una solución?
–Yo no espero condescendencia de la vida y no la doy tampoco.
–Es un planteamiento un poco cowboy, ¿no?
–No. Hay que enfrentarse a las cosas porque si no, nos acaban comiendo. No sirve de nada quejarse. El planteamiento de mis novelas es una visión muy cruda de la realidad, pero sin resignación. Mis personajes no seres derrotados, son supervivientes.
–No sigue la tradición católica española, esa que dice que ‘Dios proveerá’.
–’Dios proveerá’, ‘La suerte decidirá’, ‘Mañana será otro día’... Pues no. Esto no funciona así. Yo creo que mi literatura entronca muy bien con una escuela española, que es la literatura existencialista y la literatura realista. Al final, la literatura no deja de ser un reflejo del tiempo que vivimos. Y no vivimos tiempos precisamente condescendientes ni amables.
–¿Qué le parece la tendencia actual por la novela histórica? ¿No le motiva ese género?
–Sí, me apasiona. En todas mis novelas, sobre todo en ‘La víspera de casi todo’, hay una parte que habla de la dictadura argentina. En ‘Un millón de gotas’ se habla de la Guerra Civil española en Barcelona. Soy historiador de formación. La novela histórica me interesa como puerta para la curiosidad. Nunca hay que olvidar que la ficción es ficción. Una cosa es la ciencia histórica y otra la literatura. Pero como puerta para despertar la curiosidad en la gente, sí me interesa, creo que es muy útil.
–En su carrera de éxito como escritor ha sido importante encadenar una serie de premios, ¿no? Casi todas sus novelas tiene algún premio.
–Los premios para mí son muy importantes por una razón fundamental. Te consolidan. Un premio como el Nadal me permite llegar a más lectores. O los premios que tengo en Francia me han permitido vivir hasta ahora de la literatura. Pero tengo clarísimo que un premio no te hace mejor escritor. Lo que te hace mejor escritor es ir por la vida con los ojos abiertos y luchar contra tus propias imposibilidades, contra tu propia incapacidad.
–Estamos en una época en la que es escritor no sólo tiene que crear su novela, también tiene que exhibirse, ir a ferias, firmar libros... Casi son vendedores ambulantes de su propia obra.
–Yo no soy muy bueno para estas cosas, pero sí entiendo que vivimos en el siglo XXI, en el siglo de la comunicación, vivimos en el mundo de la imagen y tenemos que comunicar. Una de las cosas buenas que tienen las redes sociales, la promoción... es que, para mí la literatura es un diálogo entre el escritor y el lector. Yo no vengo aquí a hablar de mi libro, como diría Umbral. Vengo a hablar de por qué escribo. Eso es importante porque le puede dar otra visión al lector, darle otras claves de lectura.
–A veces ocurre que para vender un libro, el autor tiene que dedicarlo y firmarlo.
–Puedes firmar un libro, puedes hablar de tu libro, hacer una presentación... pero al final llega el momento de la verdad, que es cuando el libro y el lector se encuentran. Ahí no vale ni ser simpático ni caer bien ni ser un buen comunicador ni tener unas dedicatorias muy bonitas.
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