Siento vergüenza, mucha. Siento vergüenza por ese agente marroquí que se queda mirando el móvil mientras la gente se echa al mar arriesgando su vida. Siento vergüenza porque al otro lado del espigón se esté dejando que su propia gente muera sin poner soluciones ni medios.
Siento vergüenza por eso, pero también por el silencio. Por esa callada cobarde, por ese mirar hacia otro lado.
Dicen que esta es la frontera sur de Europa, pero aquí ningún eurodiputado de buen sueldo y vida fácil ha abierto la boca para denunciar cómo a este lado del Estrecho se está dejando que la gente muera, que la gente desaparezca. Nuestros eurodiputados callan, cobran y miran para otro, pero esta trinchera es suya y Marruecos es quien deja que sus agentes observen el móvil mientras sus propios compatriotas se ahogan.
Siento vergüenza por este Gobierno de España que dice que la cooperación en materia de inmigración es la mejor, ¿sabe Pedro Sánchez dónde está el espigón de Benzú? El que se cae a pedazos es un coladero donde muere la gente, donde el mar se traga a quienes se echan al agua porque no pueden más en su tierra mientras Marruecos no saca lanchas, no saca agentes. ¿De esto quién habla? Nadie.
Llevamos tiempo enterrando a jóvenes que han fallecido en la ruta del espigón, son muertes silenciadas por los medios de comunicación nacionales, esa sangría muere en Ceuta. Lo mismo pasa con los desaparecidos, con esas familias que piden ayuda porque no saben dónde están sus casos. Son decenas y decenas de casos, ¿le importa al Gobierno de España, a Europa?
Es una vergüenza que en uno de los peores sábados, con decenas de entradas, con un muerto y un desaparecido en Ceuta todos callen. Nadie habla. ¿Dónde están los partidos políticos y las instituciones?, ¿lo que está pasando lo consideran normal?, ¿esos muertos no importan?, ¿por qué nadie habla de ellos?
El joven desaparecido levantaba su mano pidiendo ayuda hasta que se lo tragó el mar, el que falleció en el espigón murió nada más cruzar… No puede haber tanta miseria, no se puede consentir lo que ocurre, esa callada y esa cobardía en España son tan odiosas como ese agente marroquí que mira el móvil.