¿Quién dice que no podamos viajar este año? El que no se consuela es porque no quiere, y el estreno de la cuarta temporada de El Ministerio del Tiempo da juego como para que los martes nos demos un buen garbeo de ida y vuelta por la España de cualquiera sabe qué año.
La serie que debería cuidarse como patrimonio cultural y que acerca a cualquier generación a la historia reciente y pasada de nuestro país está de vuelta, no sin haber superado dificultades y tras haber sido puesta en duda su continuidad por enésima vez. Porque el prestigio y los seguidores fieles no dan el suficiente rédito como para mantenerse en la parrilla, hay que ser realistas.
Sin embargo, la sombra de hacerse con los derechos de la serie por parte de la competencia hizo al ente público, tras una tercera temporada bastante irregular, incluso decepcionante, podría decirse, renovar un producto que coloca el sello de calidad que tanto cuesta encontrar en el medio audiovisual. Lo que vendría a llamarse un “perro del hortelano” de manual, si hubiesen seguido las cosas como siempre, porque uno de los problemas del producto era la necesidad de la cadena por alargar su metraje con relleno vacuo y la de negar el presupuesto que demandaba a gritos cada capítulo. Incluso el reparto estuvo todo el tiempo yendo y viniendo, dando tumbos, por no poder mantenerse económicamente al plantel al completo. Parece haber cambiado eso y la buena noticia es que, si bien el equipo fijo de agentes temporales parece que lo van a formar los personajes de Pacino (Hugo Silva), Lola (Macarena García, la nueva), y Alonso (Nacho Fresneda), el resto, con más o menos minutos, vuelven a aparecer por la serie, Aura Garrido y Rodolfo Sancho incluidos.
El sello de identidad sigue siendo la interacción entre personajes con fondo, las visitas a momentos señalados de la historia de España, que la cosa da para muchísimo, y los innumerables guiños para fans en clave siempre de humor. Fórmula que hasta ahora les ha aportado personalidad y aplauso, y que sería de necios no mantener, ¡pardiéz!, que diría Alonso o el mismísimo Diego Velázquez, que vuelve a aparecer en pantalla para deleite de los incondicionales. Por una vez se puede decir que esta serie que ha vivido incontables dificultades, la mayoría derivadas del presupuesto y la agenda de sus protagonistas (a veces una cosa lleva a la otra), ha tenido la gran suerte de hacerse antes de que la sombra de la crisis galopante se la tragara, ampliando capital y todo. Aprovechemos para disfrutar el resultado, que con este tipo de producciones, nunca se sabe si habrá más…