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Milmillonarios y la clase obrera

Levantarse, poner el telediario y oír “CRECE EL NUMERO DE MILMILLONARIOS EN EL MUNDO”, es una triste noticia para la clase obrera. Una clase obrera que se ha instalado en la cultura reivindicativa de las consolas, Xbox, de reinas del pueblo de Vallecas y bodrios televisivos. Ya no existe la clase obrera. Hace mucho que los obreros se denominan trabajadores y los empresarios empleadores. Puede parecer pura y dura semántica, pero su proyección es mucho más larga.
En la historia del mundo los pueblos han sufrido y sufren abusos de los gobernantes y de la burguesía adinerada. Los pensadores del siglo XVII encontraron una solución a la concentración del poder y hallaron en la división de poderes –ejecutivo, legislativo y judicial- una nueva fórmula de estado donde esa distribución evitara los abusos. Más tarde el movimiento obrero surge como consecuencia de la falta de derechos de los trabajadores con jornadas interminables, penosas, salarios bajos, sin seguridad social y jubilación.
Han pasado muchos años y el tercer mundo sigue caminando hacia la democracia como instrumento moderador del abuso de los gobernantes y se producen revueltas encaminadas a conquistar la democracia y, con ella, el derecho a la libertad de expresión, pensamiento, acabar con la pobreza absoluta, el derecho a vivir con dignidad y ser tratados como personas. En definitiva, los obreros se levantan contra el poder absoluto y avanzan hacia la democracia con el fin de conquistar los derechos que otros tenemos y comenzamos a perder. Mientras tanto, a los obreros del mundo civilizado los convierten en trabajadores en paro, mileuristas con largas jornadas laborales, pierden poder adquisitivo y lo peor, pierden el verdadero sentimiento reivindicativo de obreros.
Por otro lado, los nuevos y antiguos ricos compran medios de comunicación y sus líneas editoriales atacan con la complicidad de la clase política más conservadora a los representantes de los obreros culpándolos de todos los desastres posibles. También compran sociedades deportivas y, desde el palco, observan complacientemente cómo la plebe los aplaude y los convierte en dioses del Olimpo. Dioses aparecidos como nuevos mesías, dispuestos a no dar y llevarse todo lo posible. Mientras, los obreros convertidos en trabajadores en paro y en continuo detrimento de derechos gracias a las grandes multinacionales, banqueros  y especuladores inmobiliarios, se permiten el único lujo posible: vitorear como imbéciles a los responsables de sus desgracias. Esa es la nueva clase media, obreros y mileuristas, que desconocen que están a un paso de perder toda su fortuna, un puesto de trabajo que los aleja levemente del umbral de la pobreza.
Milmillonarios, algunos de ellos,  provenientes de nuevas democracias, que rápidamente han transitado de su estatus de jóvenes matones y estafadores a convertirse en dueños o socios de multinacionales con miles de trabajadores a su servicio. Milmillonarios que no quieren ni hablar de sindicatos ni sindicalistas, ni de derechos, ni de sueldos dignos, sólo apuestan por la productividad. Esa productividad que posibilita que en un periodo de crisis mundial los que menos tenían menos tengan y los que más tenían amasen más fortuna.
El primero de Mayo es el Día Internacional de los Trabajadores o la Fiesta del movimiento obrero mundial. Un día en el que los obreros con trabajo deben salir para celebrar la suerte de poseerlo y luchar para conservarlo; los que no lo tienen para reivindicar su derecho a tenerlo y unidos empujar y alentar a los gobiernos progresistas a que se revuelvan contra el poder de los mercados ejercidos por avaros que estrangulan las políticas sociales de estos y, todos en la calle, rechazar y gritar  contra la banca especuladora; contra los empresarios tramposos e insolidarios y exigir a los absolutistas del mundo, el derecho de los ciudadanos a expresarse libremente y vivir con dignidad.
La filosofía y las razones del Primero de Mayo siguen vivas, quizá los trabajadores se han empachado de tanta Xbox, de reinas de Vallecas y bodrios televisivos. Siempre habrá razones. Dormirse no es la solución, porque una vez despiertos volvemos a la pura y dura realidad.

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