La frontera del Tarajal en Ceuta cumple hoy un año reabierta tras los dos y dos meses que pasó clausurada debido a la pandemia y el conflicto político entre España y Marruecos. Durante estos doce meses ha registrado el cruce de 2,84 millones de personas (1,44 en sentido de entrada en la ciudad y 1,39 de salida hacia Marruecos).
Según los datos de la Delegación, las Fuerzas de Seguridad del Estado han registrado en la frontera el trasiego de casi 785.000 vehículos, 396.208 hacia el país vecino y 388.140 en dirección contraria.
Esas cifras arroja una media de alrededor de 8.000 entradas y salidas diarias de personas y el movimiento de más de 2.100 vehículos entre el Reino alauita y la ciudad autónoma cada 24 horas.
Los números de la nueva frontera quedan muy lejos de los que se registraban hace doce años. Según la Ciudad, a lo largo de 2011 fueron 6.131.841 solamente los marroquíes que cruzaron desde el país vecino a la ciudad [otros tantos en sentido inverso], convirtiendo la del Tarajal en “una de las de mayor tránsito, en términos relativos, del mundo”. “Todo ello provoca un intenso tráfico de personas y vehículos por la frontera cuyo número se ha estimado en una media diaria de 27.000 personas y 3.500 vehículos”, calculó la administración local.
La reapertura trajo aparejada la exigencia del visado Schengen para acceder a Ceuta a todos los ciudadanos marroquíes
La radical disminución del número de cruces del paso del Tarajal se explica, además de por los atascos y esperas disuasorias que durante los últimos años se han ido haciendo cada vez más frecuentes y largos, por el cambio drástico del modelo de control .
La reapertura trajo aparejada la exigencia del visado Schengen para acceder a Ceuta a todos los ciudadanos marroquíes, suprimiendo de hecho la excepcionalidad que antes permitía la entrada con solo presentar sus pasaportes a los residentes en la región de Tetuán.
Las modificaciones introducidas, a su vez, en la regulación de los trabajadores transfronterizos y especialmente de las empleadas de hogar también ha recortado drásticamente tanto el número de ciudadanos del país vecino que llegaba a la ciudad para conseguir ingresos en la economía sumergido como el de contratados legalmente.