Apuesta a valor seguro se antoja una enésima revisión del mito de Robin Hood, aportando un enfoque claramente de captación hacia los muy, muy jóvenes potenciales espectadores de la más que probable saga. Ya se ha intentado otras veces, quizá la más famosa la de Robin Hood, príncipe de los ladrones, y de ahí cuesta abajo todo.
Luego vino Russell Crowe en 2010 a hacer bueno a Kevin Kostner (no sabría cómo calificar el hecho), y en esta ocasión es Taron Egerton el buen samaritano que se encarga de hacerlos a todos buenos. Así de apañado es. Y viene acompañado por Jamie Foxx, un grande que sin embargo tampoco borra la imagen del más grande (en todos los sentidos) Morgan “presencia” Freeman; y no merece ni la pena hablar de sustituir la figura de Alan Rickman como “el malo”, porque se trataría de una batalla perdida y desigual desde el inicio.
A todo esto se le ocurre a uno preguntarse ¿era realmente necesario un remake? Sí, ya sé que están todas esas “minucias recaudatorias” y de que esto es un negocio que están por encima de cualquier elemento sobre la mesa, pero me pongo a filosofar con la pregunta de si es necesario desde la óptica del espectador. Generalmente no me habría parado un solo segundo a responder que ni de broma lo es, y más si el hecho de recontar una historia desemboca en empeorar su resultado, pero déjenme que les cuente algo que me ha hecho pensar: El otro día comentaba con un compañero un pasaje de El Padrino (oye, cada cual tiene su pedrada, yo no me meto con quien comenta el último del youtuber de moda) y una chica presente que no es millennial pero en realidad no lo es por los pelos nos dejó estupefactos cuando nos soltó “¿El Padrino? ¿Eso qué es?”.
“La película, mujer”, poniéndole mofletes de hámster a lo Marlon Brando y todo… “Ah, es una peli”, nos responde con cara de “espero no haber ofendido a los dos raritos estos, voy a hacer como que me suena y todo”. Todavía estoy reponiéndome del amago de infarto, y me planteo que igual hasta hace falta (dejemos El Padrino de momento, tampoco hay que pasarse de sacrílegos) contarle a quien no sabe nada del ladrón inglés que llega de las cruzadas y le roba a los ricos para desfacer injusticias y dárselo a los pobres. Aunque sea cinematográficamente peor que sus predecesoras, pero que a ellos les gustará más simplemente por la predisposición a que te guste más una película de tu actualidad que una “vieja”.
Quizá es hasta bueno, llámenme raro, o al menos practico ir transmitiendo historias que han enamorado a tantas generaciones, a otra más. Definitivamente creo que voy a decantarme por dar a la tecla de enviar antes de tener la tentación que sé que tendré mañana de haberle dado mejor a la de suprimir por haberme puesto pragmático en lo que yo considero traicionar uno de los ingredientes de mi romanticismo personal. Me habrá pillado un poco despistado…
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