Mil pegas a la escolarización

Los 40 niños inadmitidos en la Educación reglada a los que atiende Digmun tienen un amplio abanico de situaciones personales distintas

A finales del pasado mes de enero, varios debates en el Pleno de la Asamblea después, el Ministerio de Educación aseguró en una respuesta por escrito que si en los bajos de Ferrocarril hay decenas de niños sin escolarizar pese a que viven en Ceuta es porque no están empadronados. "El problema se plantea con las solicitudes de escolarización en las que no se justifica el modo de estancia, desconociéndose si los solicitantes residen en la ciudad, simplemente pernoctan, se encuentran en situación de tránsito o cruzan diariamente la frontera" .
Más allá de esos cuatro cajones, la realidad es mucho más diversa entre el alumnado al que atiende a diario la asociación por la Dignidad de Mujeres y Niños (Digmun) de Ceuta, unos 40 pequeños de entre 5 y 18 años en cuya situación administrativa en relación con el Padrón municipal se comprometió a intervenir el presidente Vivas hace ya vario meses.
María [nombre ficticio, como los del resto de menores que se utilizan en este reportaje] nació en España y tiene Libro de Familia nacional. No está escolarizada pero vive en Ceuta con su madre, con permiso de trabajadora transfronteriza, y su abuela, que tiene nacionalidad española y que está tramitando su acogimiento.
Aunque tiene nacionalidad argelina, Nadia también nació en España, en su caso en territorio peninsular, en Málaga, donde vivía con su madre y estaba escolarizada con permiso de residencia. Durante una estancia temporal en la ciudad autónoma, donde reside su abuela, le caducó su documentación, por lo que no puede regresar a la ciudad andaluza, donde sigue su progenitora con permiso de residencia comunitario.
Como las dos anteriores, Jorge tampoco va a la escuela como el común de los niños de Ceuta pese a que vive en la ciudad autónoma con padres de nacionalidad española tras adopción reconocida por el Juzgado de Menores del Tribunal de Primera Instancia de Tetuán.
Mohamed tampoco nació en la ciudad autónoma, aunque vive aquí desde que la crisis atropelló su situación familiar, su padre perdió el empleo y, con su madre, buscaron cobijo en casa de su abuela, caballa de origen.
Aún más dramática es la situación de Marco, que acaba de llegar a la mayoría de edad con su madre en paradero desconocido y su padre en Barcelona, donde cuenta con permiso de residencia. Yusef tampoco puede estar con su madre biológica, por lo que la primera esposa de su padre, con la que vive, se hizo cargo de él.
La realidad es mucho más compleja que la descripción que el Ministerio hace de Ceuta, que apela a "su peculiar situación fronteriza" para hablar de "existe un colectivo de personas en situación irregular, algunas de ellas con hijos en edad de escolarización obligatoria cuyo número no se conoce".
Pueden atestiguarlo un mínimo de siete de los niños atendidos por Digmun. Cuatro hermanos tienen partidas de nacimiento y Libro de Familia, pero no pasaporte ni documentación, por lo que carecen de nacionalidad reconocida.
Lo mismo le pasa a Ignacio y a su hermana, nacidos en España, con Libro de Familia, partida de nacimiento y padres con 15 años ininterrumpidos de residencia en Ceuta pero sin capacidad para satisfacer los requerimientos administrativos del empadronamiento.
Karima también vive con su abuela, española, que igualmente está tramitando su acogimiento oficial, ya que su madre solamente cuenta con permiso de trabajo como transfronteriza y, por lo tanto, no puede residir ininterrumpidamente en Ceuta.
El padre de Abdul y su hermana, a los que tampoco se permite su escolarización, cuenta con permiso de residencia de larga duración pero ha perdido su trabajo. Con progenitor español y madre sin residencia, Abbas está en la misma situación. El padre de Nordin ha visto aceptada su petición de residencia en Madrid pero no en Ceuta, por lo que su hijo tampoco puede estudiar, como Antonio (padres y hermano, sí escolarizados, españoles), cuyo certificado de kafala no hace viable su escolarización.
En su casa, Habib está rodeado de españoles: lo son su abuela y sus tías pero no su madre, que está tramitando ahora el permiso de residencia. Keled, por su parte, vive con su hermana, que tiene residencia comunitaria, y su madre, que carece de ella.
Todos ellos y muchos más, con independencia de si nacieron en territorio nacional o fuera de él, si sus progenitores son españoles o no, de su edad y sexo, comparten en mismo problema: la burocracia veta su acceso a las aulas.