El actual gobierno de España no sólo está dirigido por un personaje que ha mentido en sede parlamentaria, y que es capaz de unirse para alcanzar y mantenerse en el poder con los nacionalistas, populistas, separatistas y pro-etarras, un individuo cuya palabra no vale nada, capaz de desdecirse cuantas veces alga falta para seguir en el sillón y ceder al chantaje de los que quieren romper nuestra patria, sino también está formado por un grupo de personas sin ningún crédito político, ni talla moral ni ética, según el código deontológico del que tanto presumía el doctor Sánchez, primero fue Màxim Huertas, breve ministro de Cultura por sus pagos a Hacienda, la exministra de Sanidad Monzón porque dimitió por su máster en estudios de género, el ministro Pedro Duque por la creación de una sociedad instrumental para pagar menos a Hacienda, la ministra de Economía y Empresas, que al igual que Duque ha utilizado otra sociedad instrumental con testaferros para comprar su casa en la exclusiva zona de Mirasierra en Madrid, la ministra de Educación y Formación Profesional y portavoz del Gobierno que oculta y declara bienes inmuebles por menos valor del real y, por último para no alargar la lista con secretarios de Estado, el caso más grave: la ministra de Justicia y Notaria Mayor del Reino, nada menos, que ha mentido en sede parlamentaria a todos los españoles y conoce y no denuncia presuntos delitos como fiscal mientras come con el ex comisario Villarejo, y pese a lo grave de su conducta sigue ocupando ese puesto.
Este “singular gobierno”, experto en decir una cosa y la contraria sin parpadear, no sólo se apoya en los que quieren destruir España, sino que cuenta con el apoyo del que un día fuera un gran partido político, el Partido Socialista (la O de obrero y la E de España, la perdieron o abandonaron hace tiempo), cuyos cargos y militantes dicen en privado no estar de acuerdo con lo que hace Pedro Sánchez, pero día a día lo mantienen el poder.
También cuenta con ciertos medios de comunicación y poderes económicos (los primeros a sueldo de los segundos).
Pero sobre todo cuenta con el silencio y la pasividad de una sociedad hedonista, acobardada y complaciente y una oposición constitucionalista (Partido Popular y Ciudadanos) que no están a la altura de lo que se espera de ella. Sirva de ejemplo el cambio de criterio sobre la tramitación en el Congreso de los Presupuestos por Ciudadanos, o el último error (a mi juicio) que ha sido la entrega (fallida) por parte del PP de la mayoría del órgano del poder judicial a socialistas y Podemos.
A este gobierno socialista, populista y atroz, que legisla con chicle del malo, capaz de estirarlo hasta donde convenga, valgan como ejemplo las últimas decisiones en política exterior con su vergonzosa cesión de la soberanía de Gibraltar en las negociaciones del Brexit, o en política interior, poniendo sordina a los ataques al juez LLarena, a la bandera española o renunciando a la presencia militar en el salón de la enseñanza de Barcelona (imaginar aquí y ahora la sonrisa de QuimTorra y Ana Colau) y rectificando al día siguiente (sigue la sonrisa de los independentistas.
Mientras, el mes que viene, en la gran y atrasada Andalucía, la izquierda está dispuesta a seguir dirigiendo los destinos de esa comunidad otros cuatro años más, llegando a los cuarenta, sin dar cuenta de sus errores.
Lo dicho, ahora y en otros artículos, en democracia, cada pueblo tiene los dirigentes que se merece.