Para no aburrir a los lectores resumiremos que mi visita al hospital fue consecuencia de un accidente de coche de mi esposa, a quien atropellaron mientras cruzaba por un paso de peatones en La Marina.
Llegamos a urgencias muy rápido gracias a la ambulancia que nos recogió en el lugar del accidente. Una vez allí también nos atendieron con relativa rapidez, algo inusual pero que se dio en nuestro caso. El médico de urgencias se comportó de manera muy correcta y profesional, como debe ser un médico con su paciente. El doctor evaluó la situación realizando una serie de pruebas y consultando con el traumatólogo de guardia, quien también se comportó de manera educada y profesional. Ambos médicos no tenían claro el diagnóstico, considerando oportuno el pedir una prueba más, un TAC, por lo que nos mandan a la sala de espera mientras esperamos a que se realice dicha prueba.
A los pocos minutos de estar en la sala de espera se empieza a escuchar a una persona hablando en un tono muy elevado y enfadado, la curiosidad y el aburrimiento me llevan a asomarme a ver qué pasa. Cuál es mi sorpresa cuando presencio al radiólogo en la consulta del doctor espetándole frases como: “quién eres tú para mandar este tipo de pruebas”. Después cogió un telé́fono y siguió cuestionando vía telefónica (yo entiendo que al traumatólogo) la realización del TAC. Por teléfono dijo frases como: “¿Por qué hay que hacer esta prueba? En 20 años que llevo de servicio nunca la he pedido por un pie”. Esto fue en torno a las dos del mediodía.
Volví a la sala de espera con mi señora, donde continuamos esperando. Tanto esperamos que pasaron más de dos horas cuando ya se colmó mi paciencia y me dirigí al doctor para comunicarle que había presenciado el “espectáculo” que le había formado el radiólogo. Tuve que ser yo quien cogiera la silla de rueda de ruedas en la que se encontraba mi esposa y dirigirme hacia la sala de pruebas especiales. Allí puede que mis formas no fueran las más correctas, pero habiendo presenciado la escena y pasadas más de dos horas mi paciencia llegó a su límite.
Al final le hicieron el TAC sobre las 16:15. Una vez hecho el TAC, tanto el médico de guardia como el traumatólogo contemplaron una fractura longitudinal de cuerpo de astrágalo, diagnóstico al que llegaron sin la valoración del radiólogo, quien tras formar el alboroto comentado anteriormente cogió su maletín y abandonó el hospital.
A mi esposa le hicieron la prueba, pero ni la hizo ni la valoró quien debía hacerlo, el señor radiólogo. ¿Quién me asegura a mí que si la prueba se realiza en su debido momento y como pedían el doctor y el traumatólogo la operación de mi esposa no hubiese sido el mismo día? Para mí la actitud del radiólogo es una negligencia médica, ya que en mi opinión es un claro abandono al paciente.
El motivo de esta carta no es otro que evitar que esto se repita, porque no es la primera vez que este señor tiene problemas con algún paciente. Si en vez de en el pie la lesión se encuentra en la cabeza peor suerte hubiéramos tenido.
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