Lo conocí al poco de llegar a Ceuta, en el año 1998. Por aquel entonces creo que ni él ni yo sabíamos que íbamos a terminar siendo amigos, amigos de los auténticos, hermanos de camino, de lucha y de protesta. La primera vez que hablé con él fue de pura casualidad. Llamó al teléfono del periódico, hablamos sobre una cuestión que le apuraba y ahí empezó una gran amistad. Él, mi amigo, es mi familia. Él, mi amigo, fue un pilar importante cuando a la muerte le dio por llevarse por sorpresa a mi padre, arrebatándomelo cuando tan solo dos horas antes le había despedido con un beso. Él, mi amigo, recogió a mis hijos, a mi marido y él, mi amigo, hizo que aquellas horas terribles fueran algo menos. Él, mi amigo, estuvo donde debía estar, donde están los mejores.
Hemos pasado muchas aventuras juntos. Hemos logrado cosas importantes: combatimos las mafias de las semirrígidas desde nuestros rincones, demostramos que el mayor mafioso disfrazado de traje que ha pasado por esta tierra había hecho negocios con una falsa exclusiva, pero, sobre todo, luchamos a muerte contra las injusticias. Todavía recuerdo aquel mítico partido con el padre Béjar, los informes para poner colorados a más de uno, las reuniones de los ‘tres mosqueteros’ o la lealtad que me mostraste cuando tú, amigo, estuviste escuchando aquella declaración tan importante contra aquel grupo de sinvergüenzas que terminaron donde debían.
Has sido, eres y serás mi AMIGO, mi gran AMIGO; ahora toca ser fuerte y seguiremos luchando
Amigo. Tú sabes que te estoy escribiendo, que esto va dedicado a ti, que es el único homenaje que se me ha ocurrido hacerte, que se me saltan las lágrimas de emoción con los recuerdos, con las luchas juntos, con ese camino emprendido para combatir a los sinvergüenzas.
Amigo. Eres fuerte, honesto, honrado, amigo de tus amigos, bueno, luchador, un excelente marido y padre de una familia preciosa y unida. Los amigos como tú siempre tienen que estar aquí, firmes, fuertes y enteros para luchar contra lo inesperado.
Quedan muchas luchas en el camino, ¡anda que no quedan golfos a los que acorralar!, injusticias que denunciar, metas que alcanzar, proyectos que emprender. Queda hasta una jubilación para que puedas hacer lo que siempre me has dicho que harás.
Amigo, Duke y yo te esperamos. ¿A quién si no le voy a contar mis historietas, verdad?
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