Opinión

El mestizaje en la conquista de América

Mi artículo del pasado lunes sobre el Fuero del Baylío (Carta de Mitade en Ceuta), quedaría incompleto sin la publicación hoy de este otro, para poder probar que dicho Fuero aún continúa vigente en Ceuta, porque entiendo que ha sido por su desconocimiento general por lo que cayó en desuso.
Ya me he referido en anteriores artículos a la “Leyenda negra” que se inventaron contra España las de más potencias colonizadoras por el simple hecho de no haber sido capaces ellas de realizar la gran gesta de la conquista de América. Sobre todo, a Inglaterra, Francia y Holanda les sentó fatal y siguen comidas de envidia por habérsele adelantado nuestro país en la gran obra allí realizada, que vino a cambiar el mundo creo que para bien de todos. No obstante, como represalia, la emprendieron contra España con falsedades, tergiversaciones, mentiras, enredos y patrañas, para desacreditarla ante el mundo, afeando y devaluando injustamente la inigualable hazaña, que tan felices las hubiera hecho a las tres, de haber sido capaces de llevarla a cabo.
Pero nunca dicen que España abrió América al viejo mundo transmitiéndole culturas más avanzadas, modernidad, más adelantos mecánicos y científicos, más y mayores fuentes y formas de producir bienes y servicios que los indígenas desconocían; también intercambios comerciales y medios de comunicación. Y España abrió aquellos nuevos territorios a otros continentes, incluidas esas naciones europeas que con dicha leyenda negra fueron nuestras peores detractoras, pese a que luego bien que se aprovecharon en todos los aspectos de los territorios descubiertos por los españoles.
Por el contrario, los demás países colonialistas impusieron por la fuerza a sus colonias la separación radical de clases, la segregación racial, las diferencias de linaje, la discriminación étnica y hasta la esclavitud en muchos casos, con las correspondientes diferencias de trato y la exclusión social; habiendo sido los españoles los únicos que no tuvieron prejuicios ni escrúpulos de ninguna clase para mezclar su sangre con la de las mujeres indígenas.

Recoge Bernal Díaz del Castillo en su “Historia verdadera de la Nueva España” (Méjico), que escribió a pie de conquista, que Moctezuma quiso regalar a Cortés en su primera entrevista con él el 8-11-1519, diciéndole: "Mirá, Malinche (así lo llamaba, porque en legua indígena significa “capitán”), tanto os amo, que os quiero dar a una hija mía muy hermosa para que os caséis con ella y la tengáis por vuestra mujer para engendrar hijos".

Los españoles llevaron allí, lo que el historiador americano Hugh Thomas llamó “la mayor obra de arte lograda por los españoles en el Nuevo Mundo”; es decir, el parentesco y la unión de las razas europea con la indígena o, lo que lo mismo, el hermanamiento y la fusión de las sangres europea y americana. Esa fue la característica principal de la colonización española y su gran diferencia con la que realizaron esas mismas potencias que tanto nos demonizaron.
Pongo sólo un ejemplo que creo es bien elocuente de lo que afirmo: En 1503 la Reina Católica, Isabel autorizaba en la Nueva España (Méjico) los matrimonios mixtos, que fueron regulados y legitimados mediante la promulgación luego por ambos monarcas, Isabel y Fernando, de su Real Cédula de 14-08-1514, dando así ya plena legitimidad a las anteriores uniones de hecho, porque la norma recogía que “los indios son vasallos libres de la Corona con los mismos derechos que los españoles”. Por el contrario, en los mismos EE.UU. de América, de origen anglofono, estuvieron prohibidos hasta 1967, unos 454 años después.
Aquellas uniones mixtas entre conquistadores e indias, nacieron de la natural necesidad biológica y fisiológica de emparejarse, que es inherente a todos los seres humanos, entre otras cosas, para así cumplir con el mandato divino de “creced y multiplicaos”; cuya necesidad era aún más acuciante en los conquistadores, jóvenes y vigorosos que, tras ganar en el combate duras batallas derrochando valor, acometividad, riesgos y sacrificios, luego necesitaban celebrarlas como compensación o solaz del guerrero que alterna los peligros del combate con el descanso, encontrándose todos a miles de kilómetros de su entorno natural y familiar en España.
Y claro que en bastantes casos en aquella conquista pudieron darse casos de reprobables excesos y abusos, como siempre ha ocurrido en todas las conquistas. Pero tan lamentables hechos suelen cometerse en el calor de la contienda y, en todo caso, de ninguna manera pueden ser enjuiciados más de 500 años después de haber sucedido y con la mentalidad actual, sino teniendo en cuenta la de entonces, cuando no existían los derechos humanos, ni la libertad religiosa, ni el concepto humanitario de la persona; sino el derecho de conquista, ocupación, colonización y prevalencia de la propia fe.
No se dio allí una violencia generalizada, ni explotación de la mujer indígena, ni agresiones sexuales, sino casos aislados y puntuales lamentables que nunca merecieron la injusta calificación de explotación ni genocidio que dicha “leyenda negra” tan injustamente imputó a España. Sí fue cierto que, en materia de género, los propios dirigentes conquistadores de México y Perú, Hernán Cortés y Francisco Pizarro, respectivamente, mantuvieron relaciones extramatrimoniales reprobables con las indias, teniendo con ellas hijos mestizos extraconyugales, pero de forma consentida y voluntariamente por parte de las indias y su propia familia.
Efectivamente, la mayoría de las mujeres con las que los conquistadores (unos 500) mantuvieron relaciones ilegítimas fue con princesas aztecas e incas que les fueron regaladas voluntariamente por sus propios padres, los caciques de la alta sociedad indígena, por ser costumbre de que en las guerras civiles que libraban entre ellos, el derrotado debía entregar al vencedor mujeres. Y con tal consideración de hijas respetables de caciques fueron en general tratadas, como lo pone de claro manifiesto el hecho de que los españoles a todas llamaran respetuosamente “doña” Marina, “doña Luisa”, “doña Leonor, etcétera, tras ser bautizadas.
Y los hijos que tuvieron con ellas fueron luego reconocidos, apellidados y protegidos por sus padres españoles, como hizo Cortés con su primer hijo tenido con la “Malinche”, Martín Cortés, a quien su padre le nombro su sucesor, administrando su rico patrimonio. Y juntó “Santiago con Roma” hasta conseguir del papa Clemente VII reconocerlo como “hijo legítimo” mediante bula dada en 1528.
Recoge Bernal Díaz del Castillo en su “Historia verdadera de la Nueva España” (Méjico), que escribió a pie de conquista, que Moctezuma quiso regalar a Cortés en su primera entrevista con él el 8-11-1519, diciéndole: "Mirá, Malinche (así lo llamaba, porque en legua indígena significa “capitán”), tanto os amo, que os quiero dar a una hija mía muy hermosa para que os caséis con ella y la tengáis por vuestra mujer para engendrar hijos". Pero Cortés la rehusó, contestándole: “que era gran merced la que le hacía, pero que él era casado, tenía mujer y su religión cristiana no le permitía tener más de una esposa”. Y, con cortesía de caballero, se quitó la gorra, contestándole: “que era gran merced la que le hacía, pero que él era casado y tenía mujer y su religión cristiana no le permitía tener más de una esposa”.
Y también fueron otras muchas mujeres indias las que se enamoraron sinceramente de aquellos hombres tan distintos a los que ellas conocían en su mundo, porque los veían altos, apuestos, galantes y amorosos; de manera que hubo numerosos casos en que fueron ellas las que los procuraron enamorándose locamente de los españoles. Hasta tres veces se casó, sucesivamente, con tres españoles extremeños, Isabel de Moctezuna, a su propia elección, tras haber enviudado como hija de Moctezuma y esposa-emperatriz de otros tantos tíos emperadores, porque el régimen de sucesión disponía que la hija mayor del emperador debía casarse con el que fuera su sucesor, como referí en otro reciente artículo. Una de sus estirpes todavía tiene descendientes en Cáceres, don José Carrillo de Albornoz. De haberla tratado con violencia sus maridos extremeños, nunca sus hijos hubieran elegido España y Extremadura como lugar de residencia habitual, donde 500 años después continúan residiendo sus descendientes.
Tras ganar Cortés la batalla de Centla, en Tecnochtitlán el 15-04-1521, el cacique de Centla, Tabsccoob, regaló a Cortés 20 princesas, todas mozas y guapísimas, porque era costumbre entre los indígenas en guerra civil regalárselas a su vencedor, que Cortés las repartió entre sus capitanes. Una de ellas, a la que los soldados españoles también llamaron la “Malinche” (capitana) la entregó a uno de sus capitanes más caracterizados, Alonso Hernández Portocarrero. Pero éste regresó a España y la volvió a dar al hidalgo, Juan Jaramillo que, tras bautizarla, la llamaron “doña Marina” y tuvieron a su hija María Jaramillo.

Los españoles llevaron allí, lo que el historiador americano Hugh Thomas llamó “la mayor obra de arte lograda por los españoles en el Nuevo Mundo”; es decir, el parentesco y la unión de las razas europea con la indígena o, lo que lo mismo, el hermanamiento y la fusión de las sangres europea y americana

Al saber que hablaba dos idiomas indígenas: maya y náhualtl, informaron a Cortés, que la pasó a su servicio como intérprete. Asl, Cortés pudo pactar y entenderse con los indígenas que se pusieron de su lado en la conquista, consiguiendo alianzas de mutua ayuda con los disidentes de Moctezuma. Enseñándole a ella español Jerónimo de Aguilar, que antes había estado cautivo de los indios durante mucho tiempo, entendiendo bastante su idioma. Y ambos fueron luego sus intérpretes.
La Malinche se convirtió en la “madre del mestizaje”, porque fue ella la que se enamoró de Cortés, siendo luego su más fiel asesora en lo concerniente a usos, costumbres, lugares y artes de guerra que utilizaban los mexicas. Dice en su Historia Bernal Díaz del Castillo que “sin su apoyo no hubiera sido posible conquistar Méjico”. Se fue a vivir a la casa de Cortés cohabitando juntos y teniendo el primer mestizo nacido, su hijo Martín Cortés, el 13-08-1521, hasta la llegada de España de su verdadera esposa, Catalina Suárez.
A los cuatro hijos tenidos con indias los reconoció dándoles su apellido y protegiéndolos como tal padre. En su testamento otorgado, Cortés nombró su sucesor al hijo Martín, testando: “Mando y pongo gravamen al dicho mi sucesor y rentas de mi casa, que de ellas se den cada año a D. Martín, a D. Luis, a Dª Leonor y a Dª María Cortés, mis hijos naturales, cien mil ducados de oro para que puedan vivir durante todos los días de su vida, que no quiero menos a estos hijos que a los que Dios me ha dado con la señora marquesa, mi mujer”.
Otro día los caciques le entregaron cinco princesas más, cada una acompañada de su sirvienta para que le ayudara. Una de ellas, “doña Luisa” tras ser bautizada, la entregó al extremeño soltero Pedro Alvarado, de Badajoz, con la que tuvo dos hijos, Pedro y Leonor Alvarado. Pues de aquel don Pedro Alvarado, que fue capitán general y primer gobernador de Guatemala, eran sobrinos los hermanos Alvarado de Mirandilla, Hernando y Luis, hijos de Juan Alvarado y María Trejo, de mi pueblo, que también marcharon con su tío don Pedro a la conquista. De ahí que luego aparezcan en el estado mejicano de Jalisco unos treinta nombres más de Mirandilla, dados por los conquistadores a la localidad de “las Mirandillas”, a calles, haciendas, ríos, pantanos, colegios, etc, de cuya investigación mía informé en otro recientemente artículo.
Uno de los primeros conquistadores en tomar a una indígena en 1499 como esposa, llamada la “Guaricha”, fue Alonso de Ojeda, famoso por haber sido él quien diera su nombre a Venezuela, en un viaje de exploración a Maracaibo. En principio se ofreció ella a Ojeda como asistenta; pero luego se enamoró tanto de él que terminaron casándose legalmente. La trajo a España en una misión que Cortés le encomendó en Madrid, donde los cronistas de la época destacaron su deslumbrante belleza. La bautizó como “doña Isabel”, teniendo con ella dos hijos. Ojeda terminó ingresando en el convento franciscano de Santo Domingo, donde pasó sus últimos cinco años y falleció. Pero el amor de Isabel fue tan grande, a pesar de haberse separado de ella, que fue hallada muerta sobre la tumba de su marido, pocos dí¬as después del fallecimiento de éste.
Y al también extremeño, Francisco Pizarro, conquistador del Perú, fue el propio emperador de los incas, Atahualpa, quien le regaló a su hermanastra, tras haber sido vencido por el primero. Pero, para dar ejemplo a sus hombres, quiso casarse legalmente con ella, bautizándola con el nombre de “doña Inés” Huaylas Yupanqui, en honor de su hermana Inés. Tuvieron su primera hija mestiza, llamada Francisca Pizarro Yupanqui. Las crónicas de entonces resaltan que la trató con mucha cordialidad y mucho amor, hasta que luego tuvieron que separarse por motivos políticos.
La conquista, colonización y evangelización de Méjico por españoles y el “mestizaje”, dieron luego lugar al hermanamiento de ambas razas, la española y la indígena, y esa fue la causa por la que un porcentaje muy elevado de los actuales mejicanos lleven todavía hoy apellidos de clara procedencia española, entre los que abrumadoramente predominan los de origen extremeño.

Entradas recientes

La trama de las estafas: falsos seguros y víctimas engañadas

Crearon una auténtica maquinaria de la estafa, un modo de proceder que dejó a cuantiosas…

06/05/2024

Así funciona el plan para que familias con menores puedan conciliar

El Gobierno de Ceuta ha trabajado a conciencia en el nuevo programa de apoyo a…

06/05/2024

El parque mirador de Benzú: el rincón turístico que olvidó el Gobierno

El Gobierno publicitaba la construcción de un mirador en Benzú como la joya a la…

06/05/2024

Laura Rincón: "El libro no va a desaparecer porque los lectores somos amantes del papel"

Laura Riñón dejó su trabajo como azafata para cumplir su sueño y regentar su propia…

06/05/2024

Discapacidad, ese término

El artículo 49 de la Constitución acaba de ser redactado de un modo más presentable…

06/05/2024

Los reyes del mambo

La promoción de esta apuesta firme de Movistar+ daba, probablemente por los excesos que rodean…

06/05/2024