Mensaje en la botella

Seguramente esté en la mirada; en los ojos que se abren; en las luces que comienzan. Quien sepa el origen de su luz y de su historia será primogénito de su tiempo y de su espacio. Mas no llores por la derrota, no enseñes tu llanto; en el universo de la luz caben reyes y esclavos. Pero, ¿es el mismo punto de partida para ambos?
Los caminos de la luz son como surcos en la arena: permanecen en la memoria, si es que alguien los conserva. Mientras, las estrellas, como fuegos de artificio, caerán libres sobre la soledad del que espera, y el mensaje de la luz no tendrá fin, pues quedó cautivo en la botella. La botella no tiene destino, pero sí sello de pureza, aquello por lo que el alma es feliz. Quien tome de su agua será alma sincera.
“Es tiempo de bajar al arroyo y pedirle al cielo riqueza. Es hora de juntar las manos y beber del agua bella”.
Después, en la humilde cabaña pienso: “¿Y si el silencio apagara mi última vela?”
El camino de los hombres lo hizo la paciencia. Así, he de permanecer sentado hasta que alguien pare y escuche mi leyenda. Hasta que la sequedad de mi aliento pueda. He de trasmitir mi experiencia, he de entregar mi mensaje. Ha de haber alguien que lo estudie y descubra la voz de Ceuta. Sabia es la fortuna, al permitirme ver su estrella.
“Aprovechando el día de descanso, los habitantes de Ceuta bajaban las faldas del Monte Hacho y se reunían en el salto de agua. Los caminos que llevan al arroyo señalado también nos llevan a su historia, cuando hábiles marinos recalaban para proveerse del líquido elemento. En las épocas de lluvias el manantial era generoso y procuraba baño completo a la dolorida tripulación. O al menos esto dice la memoria del lugar.
Varias piedras, a modo de asiento, formaban un entorno natural donde lugareños y viajeros se prestaban a la conversación e intercambiaban experiencias. Con los años, la mescolanza de las palabras fue subiendo el nivel del foro y así, se fue enriqueciendo la cultura y el idioma de los ceutíes.
Paralelamente, algunos ermitaños empezaron a urdir leyendas. Empezó a cundir la idea de que aquél agua era milagrosa, pues aquel que la probase gozaría de sabiduría infinita. Pero sólo si se purificaba el alma según una técnica milenaria, únicamente empleada por los ermitaños del lugar.
Los creadores de leyendas demostraron ser maestros de la astucia pues, al divulgarse esta creencia, acudieron viajeros y buscadores de fortuna desde todos los rincones del mar nuestro, y el pequeño estrado de piedra comenzó a vivir su época de esplendor.
¿Pero, quiénes eran esos sabios ermitaños? ¿Cómo llegarían hasta las colinas de Ceuta? ¿Acaso sus voces y sus técnicas no fueron recogidas en libros, ni en estudios, ni en tradiciones?
Aspirantes a sabio, curanderos, magos, astrólogos venidos a menos, formaban un nutrido público, en busca de las palabras beatíficas que proveyeran su condición.”
Pensamiento: Escucharía despacio si me hablases con dulzura. Me elevaría hasta el cielo, de no mediar la noche oscura. Mas tengo encima los principios de mi luz y de mi historia; no temo al camino, pues tengo pies de atleta.