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Menores activa un plan para combatir el abandono del sistema de protección

El Área de Menores de la Ciudad Autónoma ha puesto en marcha un proyecto de intervención socioeducativa con niños y adolescentes no acompañados acogidos en el Centro de Realojo Temporal para Colectivos Vulnerables de ‘La Esperanza’ con el objetivo general de “facilitar mecanismos de estabilidad residencial e integración comunitaria” a esos jóvenes migrantes “mediante el desarrollo de un conjunto de acciones planificadas por programas específicos”.

La idea es trabajar con los jóvenes con entre 14 y 17 años de edad que no pueden ser ‘encerrados’ como sugieren algunos para prevenir los comportamientos fuguistas que alimentan la existencia de menores en la calle, sobre todo en las inmediaciones del área portuaria, contexto que se ha convertido en uno de los ejes de la actividad política y, según algunos partidos, una de las principales preocupaciones de la población.

Las etapas planteadas comienzan con la “puntuación” de los jóvenes entre 0 y 5 en función de su grado de adaptación para “discriminar a los menores residentes con potencial delictivo de los que no lo tienen”, según fuentes del Área.

Tras esa primera evaluación inicial habría que “avanzar en el proceso para conocer el nivel de riesgo delictivo empleando instrumentos de validez contrastada” o “realizando entrevistas para conocer aspectos de la vida de los menores antes de su llegada a Ceuta: sus intereses, sus actividades de ocio, grupo de iguales, consumos, etcétera”. Esa “profundización diagnóstica” comienza con los menores de “alto riesgo” y llega hasta aquellos con mejor pronóstico de adaptación.

Los datos obtenidos en ese proceso son “fundamentales”, según los técnicos involucrados, para obtener información “sobre las áreas de intervención y las problemáticas que deberán ser abordadas a nivel individual y grupal”, ya que “es esencial definir los objetivos y las metas de los programas que se pongan en funcionamiento”.

De entrada, los especialistas de Menores contemplan varios “factores de riesgo y problemáticas” que previsiblemente se encontrarán, entre ellas “problemas familiares y escasa supervisión, ocultación de la verdadera edad, analfabetismo o escolarización deficiente, desconocimiento del idioma y del funcionamiento de la sociedad de acogida, dificultades para entablar relaciones constructivas, relación con grupos de iguales disfuncionales, delincuencia previa y consumo de tóxicos o dureza emocional y respuesta violenta en situaciones de estrés o conflicto interpersonal”.

Los expertos han planteado varios programas para dar respuesta a estos retos: uno de normas, reglas y funcionamiento de la institución; otro de resolución de conflictos y disputas basados en el modelo de mediación intercultural; uno más de habilidades cognitivas (concretamente, “competencia social para menores con dificultades en las relaciones interpersonales”); de “igualdad de género y prevención de la violencia”; y otro “basado en el modelo de aprendizaje servicio con actividades de interés social y compromiso cívico”.

Implantación progresiva

Su implantación se ha programado “de manera progresiva, priorizando los relacionados con las normas, la resolución de conflictos y las habilidades cognitivas”. La intención es hacer una “aplicación secuenciada de los programas que configuran el proyecto” contemplando la necesaria formación del personal encargado de su implementación y “distribuyendo” funciones y tareas de elaboración de las unidades y el material didáctico.

El plan del Área de Menores es utilizar “la infraestructura y el personal técnico del Centro de Realojo”. A partir de ahí, en cada programa se contará “con los recursos materiales necesarios”, sin descartar recurrir “a otros recursos tanto de la Ciudad como de otras organizaciones”.

La evaluación del proyecto deberá tener en cuenta, para empezar, “su adecuación en función de las necesidades de los beneficiarios y del contexto en el que se desarrolla”. Después, mientras se pone en marcha a pleno rendimiento, “qué están recibiendo los destinatarios, cómo se imparten las sesiones, el grado de realización de tareas, nivel de logro, grado de interiorización y aplicación de lo aprendido a situaciones no simuladas”.

Para terminar se propone hacer una “evaluación de impacto” semestralmente “para conocer el efecto de la intervención en cada grupo y su resonancia a nivel institucional y comunitaria”.

La Ciudad y la Universidad de Málaga trabajan también desde hace más de un año con los jóvenes migrantes que rechazan o abandonan los recursos del sistema de protección por distintos motivos (inadaptación, miedo a ser repatriados, frustración, conflicto de intereses...) y que, según el Colectivo Drari, llegan a ser 30 ó 40 en los momentos de mayor afluencia.

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